Lo hemos visto en infinidad de películas. Un brebaje mágico, administrado oralmente o mediante una ominosa hipodérmica, y el interrogado empieza a cantar todo lo que sabe, como si perdiera la capacidad de mentir conscientemente.
En el mundo del espionaje de verdad también se han hecho algunos usos de sueros de la verdad. Se dice, por ejemplo, que los servicios de espionaje de EEUU usó pentotal sódico para sonsacarle información a Abu Zubaydah, uno de los activistas de Al Qaeda.
Pero ¿cuánto hay de científico en estas prácticas?
La idea de un suero de la verdad surgió por primera vez en 1931, cuando la revista de ciencia policial American Journal of Police Science publicó un artículo sobre los efectos de la escopolamina, un extracto potencialmente mortal de la belladona.
Al parecer, al administrar esta sustancia a las mujeres para aliviar los dolores del parto, éstas se volvían mucho más habladoras y desinhibidas. De modo que se realizó un experimento para comprobar su eficacia: se administró escopolamina a 2 prisioneros antes de sentarlos a juicio. Ambos se declararon inocentes y, por tanto, fuero absueltos. El ¿experimento? se tomó como una prueba de que el principio activo conseguía sacar la verdad... como si fuera la primera vez que un prisionero se declara inocente.
Para evitar los efectos secundarios indeseados de esta sustancia, se empezaron a usar barbitúricos que copiaban el efecto depresor, que era lo que se creía que desencadenaba la confesión. Desde entonces, los sueros de la verdad empezaron a ser el metoxital, el amital sódico y especialmente el pentotal sódico.
A pesar de las pobres pruebas, ¿podemos afirmar que estos sueros sirven para sonsacar la verdad?
Tras una exhaustiva investigación dirigida por el doctor Gisli Gudjonsson, del Instituto de Psiquiatría de Londres, plasmada en el clásico The Psychology of Interrogations, Confessions and Testmony, se concluyó que dichos fármacos no servían para obtener la verdad.
Es cierto que pueden aumentar la comunicación de las personas que ya son habladoras de por sí. Pero no hay apenas efecto en alguien que no quiere contar nada. En el estudio, además, se añadía:
Existen serios problemas relativos a la fiabilidad de la información obtenida durante el procedimiento a causa del aumento de la fabulación, la fantasía y la sugestión en los sujetos vulnerables.
Por cierto, la fórmula del pentotal sódico, C11 H17 N2 O2 S Na, también es el nombre de una cancion de la banda Ántrax. Una melodía que seguro que resulta más eficaz a la hora de enturbiar la mente del interrogado.
Más información | La República
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