Científicos del Virginia Tech consiguen transformar la celulosa en almidón, uno de los componentes más importantes de la dieta humana, lo que podría permitir alimentar a una población mundial que se espera alcance los nueve mil millones de personas en 2050.
El hallazgo, liderado por Y.H. Percival Zhang, profesor de la Facultad de ciencias agrícolas y de la Facultad de ingeniería del Virginia Tech. El almidón es uno de los componentes más importantes de la dieta humana y proporciona entre un 20 y un 40% de nuestra ingesta calórica diaria, y Zhang ha logrado generar con este método un tipo de almidón llamado amilosa, que actúa como una buena fuente de fibra dietética. Con este nuevo método, aproximadamente un 30% de la celulosa de material vegetal no alimenticio (como rastrojo del maíz) puede ser transformado en amilosa.
El método implica cascadas enzimáticas (reacciones químicas en las que los productos de una reacción se consumen en la siguiente reacción). Ha sido bautizado como biotransformación enzimática simultánea y fermentación microbiana (simultaneous enzymatic biotransformation and microbial fermentation).
Los resultados de la investigación han sido publicados en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
Según Zhang:
además de servir como fuente de alimento, el almidón se puede utilizar para la fabricación de películas biodegradables, comestibles y transparentes, destinadas al envasado de comida. Podría incluso usarse para trasportar hidrógeno y resolver los problemas relacionados con el almacenamiento y la distribución de este elemento.
La continua amenaza de la escasez
Ya hace 200 años, los cálculos determinaban que muy pronto no habría comida para todos. Entonces se descubrieron las propiedades de los inmensos depósitos de nitrógeno y fósforo que se habían acumulado durante siglos en las islas de las costas de Sudáfrica y Sudamérica, donde no hay lluvia que filtre los excrementos de los cormoranes, pingüinos y pájaros bobos. Este guano lo empleaban los agricultores como una suerte de fertilizante mágico, y entre 1840 y 1880, el nitrógeno de guano marcó una gran diferencia para la agricultura europea.
Pero pronto se agotaron los mejores depósitos y el miedo a que no hubiera suficiente comida para todo el mundo empezó volvió a brotar entre los expertos.
Entonces, Fritz Haber y Carl Bosch idearon un sistema para fabricar grandes cantidades de fertilizante de nitrógeno inorgánico a partir de vapor, metano y aire.
Otros dos factores permitieron salvar a la humanidad del desastre: el motor de combustión interna (para fabricar tractores y no depender tanto de los caballos, para cuya alimentación eran necesarias muchas tierras exclusivas) y una nueva variedad de trigo vigorosa y resistente (“Marquis”), cruzando una planta del Himalaya con una americana que podía sobrevivir más al norte, en Canadá.
Desde hace tiempo, pues, vivimos in extremis, pero también somos tal cantidad de personas que, entre nosotros, se generan muchas más ideas que nunca; montañas de innovación que, como el descubrimiento del Virginia Tech, permite que sigamos adelante.
Vía | Tendencias21
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