La globalización tiene aspectos positivos y aspectos negativos. Algo malo es que encontramos un McDonald´s allá a donde vayamos, pero algo bueno es que las fronteras que nos hacen desconfiar u odiar al otro se debilitan, ampliándose nuestro círculo de empatía. Antaño, la gente nacía y moría casi siempre en el mismo sitio (y apenas se desplazaba una decena de kilómetros a la redonde); hogaño, no es raro que cualquiera de nosotros acabe visitado veinte países.
Sea como fuere, la globalización es inevitable (posiblemente derivará en una globalización con rasgos de hiperlocalidad, así que no debemos luchar contra ella, sino gestionarla adecuadamente). Ya sea porque tenemos coche o porque disponemos de conexión a Internet, el nacionalismo patriotero perderá fuelle, algunos matices culturales se perderán para siempre en aras de maximizar las formas que mejor funcionan, y nos sentiremos más interconectados que nunca. A continuación tenéis algunos datos sorprendentes al respecto:
Cada 24 horas se intercambian 3,2 billones de dólares a la velocidad de la luz, tal y como documenta Foreign Exchange and Derivatives Market Activity in 2007.
49.000 aviones están en el aire en un momento dado de un día cualquiera.
Más de 2.500 satélites circunvalan la Tierra haciendo llegar información a más de 4.000 millones de personas.
Estados Unidos (que producía el cien por cien de sus necesidades energéticas en 1950) produce hoy en día menos del 71 % de su energía. Las importaciones netas de energía han ascendido de cero unidades térmicas británicas (UTB) en 1950 a 29,2 trillones de UTB en 2007. Tal y como explica Jeremy Rifkin en su libro La civilización empática: "Un automóvil típico puede llegar a contener varios miles de piezas, cada una de ellas fabricada en una factoría de un país o continente distinto." Con todo, también se producen iniciativas hiperlocales en la fabricación de coche (a nivel de átomos, porque continúan siendo globales a nivel de bits).
Gracias al transporte aéreo, los virus viajan con más facilidad que nunca: un pequeño brote del virus de la gripe porcina en México producida en 2008 activó una alerta a nivel mundial, y en pocas semanas se convirtió en pandemia.
Cada vez somos más partícipes de los padecimientos y logros de personas que viven a miles de kilómetros de nosotros: 2.500 millones de personas en más de 190 países asistieron a la retransmisión vía satélite del funeral de la princesa Diana, en 1997, que fue emitido en 44 idiomas distintos. Convirtiéndose así en el evento más visto de la historia, tal y como explica el Journal of Communication. La muerte y funeral de la princesa Diana congregaron al 40 % de la humanidad en un instante sin precedentes en la historia.
Esta ampliación mundial del interés por otro no es exclusivamente teatral o perteneciente al mundo del espectáculo, también mueve el interés altruista de la gente: el 26 de diciembre de 2004, cuando varios tsunamis arrasaron las costas de Asia y África oriental, segando las vidas de 225.000 individuos, se generó otra ola igualmente sorprenden de colaboración mundial para asistir e informar sobre uno de los peores desastres naturales de la memoria reciente. Un bloguero austríaco recopiló 25 vídeos del tsunami realizados por aficionados, y recibió 682.366 visitas en menos de cinco días.
La historia de las migraciones empieza a resultar radical en los últimos 300 años. Previamente, en comparación, los 70.000 años anteriores parecen casi una foto instantánea, desde que nuestros primeros ancestros iniciaran sus migraciones desde el valle del Rift en África. Entre 1970 y 2000, la población migrante internacional pasó de 82 millones a 175 millones. En la actualidad, 1 de cada 35 personas en el mundo es un migrante internacional.
La única ciudad de la Antigüedad con más de un millón de habitantes fue Roma en el momento culmen de su influencia, durante los siglos I y II d.C. En 1900 había 11 ciudades con una población que superaba el millón de habitantes. En 1950, 75 ciudades. En 1976, 191 áreas urbanas. Actualmente hay 414 ciudades que tienen una población de un millón o más. Lagos, en Nigeria, tenía en 1950 alrededor de 200 000 habitantes. En 2006 alcanzó los 18 millones. Es como si una ciudad de provincias se hubiera convertido en solo medio siglo en una populosa Nueva York. Y los pronósticos de las Naciones Unidas indican que la bestia urbanita seguirá creciendo y fagocitando el terreno: en 2030 se estima que tendrá 35 millones de habitantes. En 2040 superará en habitantes a la ciudad más grande del mundo: Ciudad de México. Esto no es malo: las ciudades son la mejor forma de organización para acoger a toda la humanidad; sobre todo porque cada día nacen 340.000 personas más.
Esto también favorece el cosmopolitismo. La constante actividad social, especialmente en espacios públicos, crea lo que los sociólogos Annick Germain y Julie E. Gagnon llaman "culturas de hospitalidad". Lo cual también fortalece la idea de que el comercio hace disminuir la probabilidad de que seas asesinado por otro: gracias al intercambio, la confianza entre las personas ha crecido de forma gradual y progresiva. El intercambio genera confianza, y viceversa.
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