A pesar de lo difundida que está la idea, el alcohol no mata neuronas (el mito probablemente surgió a raíz de un estudio de 1990 donde Harper y Krill hallaron que los alcohólicos tenían menos neuronas). Antes de ir a celebrarlo con una cerveza, en cualquier caso vale la pena matizar esta afirmación.
Beber en exceso es perjudicial para la salud. Beber, a largo plazo, acarrea problemas en el hígado, el páncreas y el sistema circulatorio. En ese sentido, el cerebro es el que queda más al resguardo de lesiones.
Si bien es cierto que los alcohólicos presentan tasas significativamente más altas de fallos de memoria, trastornos de conducta, trastorno de déficit de atención y demencia, y que el cerebro se encoje (según revelan exámenes con resonancia magnética), el alcohol no mata literalmente ninguna neurona. El número de neuronas no desciende por beber.
En un estudio de 1994 publicado por The Lancet, dos neurólogos daneses comprobaron ya que el número de neuronas de la corteza cerebral (la “materia gris”), que es donde tiene lugar el razonamiento, entre bebedores y abstemios era idéntico.
Lo que sí advirtieron es que la “materia blanca” era mucho menor en cerebros de alcohólicos, y las células nerviosas que quedaban estaban atrofiadas. La materia blanca es menos esencial que la gris, y además las neuronas no estaban muertas, sino atrofiadas: es decir, que los daños son reversibles, según Roberta Peyney, bióloga celular especializada en alcoholismo crónico.
Otro estudio que refrenda esta idea es el publicado en The Journal of Neuroscience Ethanol enhances neurosteroidogenesis in hippocampal pyramidal neurons.
¿Entonces cómo se explica el síndrome de Wernicke-Korsakoff, que es un trastorno que degrada la memoria y la coordinación de los alcohólicos? Pues por el déficit en tiamina, una vitamina B que el alcohol puede inhibir. Es decir, que el alcohol, en sí mismo, no es quien provoca el síndrome, y por tanto podría evitarse añadiendo tiamina a las bebidas alcohólicas, tal y como añadimos yodo a la sal de mesa.
No hay que abusar del alcohol, pero tampoco hay que diseminar la idea de que, por cada cerveza ingerida, hemos matado un puñado de neuronas. Casi todos los efectos del alcoholismo en el cerebro pueden revertirse con un periodo prolongado de abstinencia o consumo moderado.
De hecho, según un estudio publicado en la American Journal of Epidemiology por Annie Britton, de la University College London, el consumo moderado de alcohol incuso podría mejorar el rendimiento cerebral.
Vía | Medciencia Fotos | Jorge Royan | MethoxyRoxy
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