Se podría esperar que en el mundo de la investigación científica, en especial la norteamericana, se hiciera caso omiso a la nacionalidad de los investigadores. Sin embargo, un estudio publicado en la revista Science por Donna Ginther, de la Universidad de Kansas, sugiere que no es cierto.
La Dra. Ginther, que trabaja para el Instituto Nacional de Salud en América (NIH), ha analizado el patrón de las becas de investigación otorgadas por el NIH y ha descubierto que el origen étnico juega un papel clave. No obstante, no es una supremacía de la gente de piel blanca, ya que los asiáticos y los hispanos salen igual de beneficiados que el resto, sino que los peor parados son los afroamericanos.
Para llevar a cabo este artículo, la Dra. Ginther y sus colegas analizaron las subvenciones concedidas por el NIH entre el 2000 y 2006, y se correlacionó esta información con las 40.000 solicitudes que hubo. Sus resultados muestran que la propabilidad de que un científico de ‘color’ reciba una subvención es del 17%. Para el resto, esta cifra asciende hasta un 29%.
Aun cuando estas cifras se ajustaron para tener en cuenta la educación de los solicitantes, su curriculum, premios recibidos, historial de empleo, publicaciones, etc., sigue existiendo una diferencia de diez puntos porcentuales. Este sesgo parece surgir del mecanismo de revisión de solicitudes del NIH, donde cada una de ellas es revisada por un grupo de expertos.
En el mundo empresarial ocurrió algo parecido hace unos años, cuando un conocido estudio publicado en 2003 por investigadores del Massachusetts Institute of Technology (MIT), descubrió que existía una mayor probabilidad de obtener una entrevista de trabajo si el nombre del propietario del CV enviado a la empresa era de raza blanca.
Aunque los resultados de la Dra. Ginther son preocupantes, es gracias al NIH que haya podido llevar a cabo esta investigación. La agencia está comenzando un programa destinado a revisar el proceso de selección de candidatos y conseguir una escisión de este comportamiento.
Vía | The Economist