Las “las reglas están para romperlas”. Eso se dice, al menos, y la verdad es que me parece una aserción mucho más saludable que su antítesis: “la ley está para cumplirla”. Esta segunda idea tiene su lógica: si no cumpliéramos las leyes, viviríamos inmersos en el caos. Pero con frecuencia olvidamos la primera aserción: si no rompemos nunca las normas, entonces tardará mucho más en cambiar, incluidas las leyes injustas o periclitadas.
Precisamente el otro día os hablaba de cuán peligroso era fundamentar nuestra ideología o normas sociales en preceptos religiosos y, en consecuencia, inamovibles, del tipo “las leyes están para cumplirlas”. Pero hoy quiero centrarme más en normas civiles que emanan de la cultura secular.
La prueba más obvia de que las sociedades, en toda su complejidad, necesitan poder incumplir las normas para que éstas se adapten progresivamente a sus necesidades, es que cualquier cultura está formada por una serie de frases hechas o aforismos que generalmente tiene su reverso, como si todo fuera una gran contradicción. Un ejemplo lo acabamos de ver: "las reglas están para romperlas” y “le ley está para cumplirla”. Y no os extrañéis que una misma persona acuda a una de estas frases en función del contexto. Nuestro cerebro no está cableado precisamente para ser coherente.
Hay más: “Los miembros de la familia deberían esforzarse en bien de todo el grupo”, pero “el bien del individuo debe anteponerse al bien de todo el grupo”. O “La familia es un crisol de tensiones y dominaciones”, y “la familia es un remanso de ayuda y calor mutuos.”
Tal y como lo explica el antropólogo Marvin Harris en su libro Teorías de la cultura en la era posmoderna:
En la vida real, todas las reglas están rodeadas por una penumbra de “cláusulas de excepción y condicionamiento” (de normas para infringir normas) que a su vez contienen normas para infringir normas para infringir normas ad infinitum. Ni siquiera a los ladrones, asesinos y otros psicópatas les resulta difícil defender su conducta, invocando alguna norma par infringir normas.
Este fenómeno se produce porque las sociedades son complejas y evolucionan muy deprisa, así que las normas siempre llevan asociadas cierto decalaje. Por otro lado, las normas muy rígidas no permiten que la sociedad se desarrolle. Sin embargo, también debe preservarse cierto orden de obligado cumplimiento para que el mundo no se vuelva caótico. Y, a su vez, no deben de asfixiarse sistemáticamente todos los levantamientos contra el orden público so pena de que dicho orden público se perpetúe injustamente. Como veis, hasta la propia estructura de las normas sociales es contradictoria y está permanentemente en tensión.
Las sociedades más saludables son las que mantienen esa tensión. Y dicha tensión no puede existir sin que haya incumplimiento de reglas. Los incumplidores de reglas, en ese sentido (y en algunos casos) son héroes que debemos venerar, como también lo son los que protegen el perfecto cumplimiento de las mismas.
Una bonita anécdota al respecto se refiere a la caca. Al parecer, las familias indias que viven en el campo tienen normas muy estrictas para evitar en contacto con la materia fecal. A pesar de eso, el anquilostoma, una enfermedad que se transmite a través del contacto con la materia fecal, es endémica en algunas regiones de India. ¿Cuál es la razón? La existencia de otras seis reglas simultáneas:
-Debe encontrarse un lugar no demasiado alejado del hogar.
-Dicho lugar debe permitir no ser visto.
-Debe permitir ver a cualquier persona que se acerque.
-Debe estar cerca de una fuente de agua para lavarse.
-Debe estar contra el viento, para evitar malos olores.
-No debe estar en un terreno cultiva.
Respetar todas estas normas obliga a una conducta que viola la regla de evitar la materia fecal, como demuestra la elevada incidencia del anquilostoma.
Afortunadamente, las normas humanas no son, ni deberían ser, tan sucintas y esquemáticas como las tres leyes de la robótica de Asimov. Y si queréis afilar un poco más vuestro sentido ácrata, os recomiendo regresar al artículo Cómo afrontar una nueva tecnología: ¿“Tanto caos como podamos soportar” o “aprobación tradicionalista”?
Foto | racoles
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