No hace falta que nos fijemos en Justin Bieber o en el pijo del exclusivísimo club de golf, muchos millonarios o poderosos son tan caprichosos que rayan en lo psicopático. Echemos un vistazo a Suazilandia, un pequeño país africano cuyo rey vive rodeado de vírgenes y su esperanza de vida triplica la del ciudano medio, mayormente contagiado de VIH (aquí podéis leer toda clase de caprichos que lleva a cabo este rey del exceso).
Lo de considerar a los poderosos personas con problemas mentales no es excesivo si tenemos en cuenta los estudios del psicólogo de la UC Berkeley Dacher Keltner: quienes tienen exceso de poder actúan exactamente igual que los pacientes con la corteza orbitofrontal dañada.
Según escribe en el libro Cómo decidimos Jonah Leherer, abundando en la investigación de Keltner. Los resultados fueron publicados en un artículo titulado “La clase social como cultura: convergencia de recursos y el rango en el ámbito social”:
La experiencia del poder vendría a ser como si alguien nos abriera el cráneo y nos sacara la parte del cerebro crucial para la empatía y la conducta socialmente adecuada. Nos volvemos impulsivos e insensibles, una mala combinación. (...) Hemos realizado 12 estudios independientes sobre empatía, comportamiento social y compasión y hemos sacado una misma conclusión. Los de clase más baja demuestran más empatía, más capacidad de socialización y más compasión.
También los presidentes
Un estudio también sugiere que tal vez muchos de los presidentes de Estados Unidos hayan sido psicópatas, en el sentido de que compartían rasgos psicopáticos. El estudio se llevó a cabo en 2010 por parte de Scottt Lilieneld, el psicólogo forense Steven Rubenzer y el profesor de psicología en la Fundación para el Estudio de la Personalidad en la Historia, en Houston, Texas, Thomas Faschingbauer. Los resultados sugerían que un cierto número de presidentes de Estados Unidos mostraban rasgos psicopáticos, entre ellos John F. Kennedy y Bill Clinton. Tal y como explica Kevin Dutton en su libro La sabiduría de los psicópatas a propósito del test que se había enviado a los biógrafos de los presidentes:
Incluía preguntas como: “Tienes que aprovecharte de otros antes de que otros se aprovechen de ti”, y “Nunca me siento culpable por herir a la gente”. En total, había 240 preguntas de este tipo. Y un truco. No era a los biógrafos a quienes se staba analizando, sino a sus sujetos. Los biógrafos, basándose en sus conocimientos, tenían que responder en nombre de sus sujetos.
Ante tanto dislate egomaníaco no es extraño que los romanos, muy sabios ellos, usaran un método un tanto curioso para que la modestia no abandonara nunca a los generales victoriosos. El servus publicus era un esclavo que los acompañaba allá a donde fuesen, susurrándoles al oído la frase: "Recuerda que eres mortal".
Tal vez otra única solución sería la pronta aplicación del sistema que se llevó a cabo en otra obra de ficción de 1516 Utopía, de Tomás Moro. Allí se habla de un país próximo a Utopía llamado Macaria, donde el rey que es coronado debe jurar por escrito que nunca poseerá más de mil libras en oro, o su equivalente en plata.
Una cantidad suficiente para impedir una revolución o rechazar una invasión, pero que no alcanzaba para que un gobernante abrigara sueños de conquista. Así el rey ya no tenía la tentación de recolectar más dinero del estrictamente necesario, pues no podría usarlo para engrosar su fortuna sin superar nunca el límite estipulado. Así no pasaría cosas tan terribles como las que suceden en Suazilandia.
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