El asentamiento ancestral inuit de Shishmaref, una aldea situada en la isla de Sarichef en el mar Chukchi, al norte del estrecho de Bering y a pocos kilómetros de la costa de Alaska, había permanecido a resguardo de los cambios socioculturales. Allí hace tanto frío que sus habitantes usan los frigoríficos no para enfriar los alimentos sino para impedir que se enfríen demasiado. Pero su prístina (y congelada) sociedad está a punto de desaparecer debido al derretimiento del hielo, que está arrastrando el poblado hacia el océano.
El movimiento de las casas es imperceptible a simple vista. Pero uno puede irse a dormir y amanecer unos centímetros más cerca de la costa. Las casas, literalmente, se desplazan a un ritmo lento pero inexorable, como si estuvieran construidas sobre cintas transportadoras que se movieran a cámara lenta. Las casas y todo lo demás, incluyendo las carreteras e incluso las vías del tren. Todo está sobre una capa de permafrost (o hielo perpetuo) que se creía indestructible; pero el efecto invernadero está cambiando las cosas.
Sus habitantes aseguran que entre 2001 y 2006 han desaparecido 8 metros de hielo. De las 213 poblaciones originales de Alaska, 183 se hallan amenazadas. El Cuerpo de Ingenieros del Ejército estadounidense estima que la mayoría de los 600 habitantes de Shishmaref se habrá visto obligado a abandonar su hogar dentro de 10 años. Estamos hablando, según el censo del 2000, de una aldea de 562 habitantes divididos en 110 familias y en 142 casas.
Esto no supone mayor problema: los inuit simplemente deberán construir otras casas tierra adentro. U otros iglúes, que en el fondo es una palabra que en inuit significa casa. A pesar de los tópicos, la mayoría de los iglúes son de piedra o cuero, pues los iglúes de bloques de hielo tal y como salen en los dibujos animados formaban parte del estilo de vida de los thule (nordeste de Groenlandia), precursores de los inuit, una comunidad tan apartada del mundo que hasta principios del siglo XIX sus integrantes seguían creyendo que eran los únicos pobladores de la tierra.
La cuestión es que tanto si construyen casas como iglúes en otro lugar situado más al interior, los inuit poseen una cultura que apenas ha recibido influencia externa, como si hubiera permanecido envasada al vacío. Y ahora empiezan a aproximarse a otras culturas, sobre todo estadounidenses, que son precisamente los responsables indirectos de este peregrinaje en busca de nuevos asentamientos: Estados Unidos es el país que lanza más gases contaminantes a la atmósfera.
Para que os hagais una idea de los detalles pintorescos que podrían extinguirse si esta cultura se deja invadir por otra, voy a contaros algunas cosas sobre los inuit. Además de vivir en una aldea esquimal tradicional y de mantener una dieta basada en la ingesta de mammels del mar tales como oogruk (sello barbudo), pescado, pájaros o alces, los inuit no beben alcohol. Su idioma también es muy especial, porque pertenece a las lenguas de la familia esquimo-aleutiana, que se relacionan entre sí pero nunca con otro idioma del mundo. El idioma inuit, que también se conoce como inupiaq o inuktitut, cuenta sólo con tres vocales y carece de adjetivos. Nunca necesitan contar más allá del 12, pero si eso ocurre entonces emplean en idioma danés. Las palabras “beso” y “olor” se designan con la misma palabra. Tienen numerosas maneras de expresar distancia, dirección, altura, visibilidad y contexto en un solo pronombre demostrativo. Y, a pesar del mito, no poseen muchísimas palabras para nombrar a la nieve, sólo cuatro, como máximo. De hecho, la mayoría de esquimales sólo admiten dos palabras equivalentes a “nieve”. Tampoco se besan frotándose la nariz, tal y como lo hacía David el gnomo, y ni se os ocurra mencionárselo porque la mera sugerencia de este gesto les irrita. Lo que si practican en el kunik, una especie de resoplido de afecto que sobre todo emplean las madres con sus hijos, aunque también lo hacen las parejas (no lo confundáis con otra clase de resoplidos más sexuales).
Si queréis saber más de los esquimales, en concreto de un pueblo esquimal del Ártico Oriental canadiense, os recomiendo el documental galardonado como la Cámara de Oro de Cannes 2001 Atanarjuat, de Zacharias Kunuk, una historia de amor de dos hombres por la misma mujer que revolucionó la taquilla canadiense. Mucha acción y sangre rodada en la lengua inuktitu que os permitirá experimentar una cultura en extinción desde dentro. Una cultura que, debido al deshielo y a la contaminación de otras culturas, muy pronto perderá todas estas particularidades que la hacen tan marciana, y que provocan que el mundo sea un lugar mágico sin necesidad de recurrir a la fantasía.
Irónicamente, Estados Unidos destruye su hábitat cultural para que, por contacto, los inuit acaben con el tiempo viendo la televisión con una lata de cerveza en la mano, creando los primeros inuit alcohólicos sosias de Homer Simpson. Y entonces la llamada por muchos “la aldea más amistosa de Alaska” acabará desapareciendo para siempre. Visto lo cual, el divertido diálogo que mantienen las protagonistas de la serie de televisión Las chicas Gilmore posee un trasfondo ciertamente revelador:
–Debería traer la salsa de carne, ¿no?–¿Para qué?
–Para la pizza.
–Acabo de volver de Italia.
–¿Y?
–Y allí pueden matarte por echarle eso.
–¡Pero esto es América! Donde destrozamos la cultura de otros países en nuestra asquerosa búsqueda de una supremacía moral y militar.
–Tienes razón. Trae los condimentos imperialistas.