Os acordáis de aquel spot de televisión un tanto kitsch (e insoportable) que rezaba ¿a qué huelen las nubes? En esta misma línea (aunque intentaremos no ser tan kitsch), vamos a preguntarnos a qué huele el espacio, a qué huele el universo.
Al parecer, el espacio huele a una mezcla entre metal caliente, humo de diesel y barbacoa. El origen: las estrellas moribundas. El subproducto de esta combustión está formado por compuestos olorosos denominados hidrocarburos policíclicos aromáticos. Estas moléculas parecen estar diseminadas por todo el universo. Unos hidrocarburos, por cierto, que también sirvieron de base para las primeras formas de vida que poblaron la Tierra y que hoy pueden encontrarse en grandes cantidades en el carbón, el petróleo e incluso en los alimentos que ingerimos cada día.
A un astronauta le es imposible oler el espacio exterior, pero disponemos de fuentes indirectas del olor. Por ejemplo, cuando los astronautas regresan de un paseo espacial, los compuestos del exterior se adhieren a los trajes y, al parecer, huelen a chuleta quemada o frita.
Tal y como explicaba Bjorn Carey en ¿Sabías que…?:
El olor del espacio es tan memorable y característico que hace tres años la NASA contactó con Steven Pearce, de la compañía de elaboración de fragancias Omega Ingredients, para que lo recrease con el fin de aplicarlo a los entrenamientos en simuladores. “Recientemente hemos elaborado el olor a Luna”, comentó Pearce. “Los astronautas lo encuentran similar al de la pólvora recién utilizada.
Nuestro Sistema Solar tiene un olor especialmente acre porque es muy rico en carbono y bastante pobre en oxígeno. Las estrellas con abundante oxígeno, sin embargo, tienen aromas mucho más agradables y que pueden recordar al de una parrilla de carbón.
Fuera de nuestra galaxia, en las zonas oscuras del universo, los olores pueden ser más interesantes: las nubes moleculares llenas de pequeñas partículas de polvo podrían contener múltiples aromas, desde el olor a azúcar hasta el pregunante olor a huevo podrido del azufre.