Hablar de la historia del segundo es hablar inevitablemente de astronomía. Y más concretamente, de la rotación de la Tierra (causa de la duración de los días) y la forma que tuvieron nuestros antepasados de intentar dividirla en fracciones más útiles para nuestra vida cotidiana.
De hecho, la primera civilización de las que tenemos datos sobre algún tipo de clasificación de los días son los egipcios. Cerca del 2000 a.C., ya subdividían el ciclo en doce horas de día, y doce de noche. Como se puede suponer, estos tiempos variaban con las estaciones, pero aún así fue una primera aproximación hacia nuestro querido segundo.
Llegamos a los babilonios (300 a.C.), y aquí podemos ver que el tiempo ya se subdividía de una forma sexagesimal. Por lo tanto, ya empezaron a utilizar conceptos como el año (aunque era unos días más corto que el actual, hablamos de unos 360), que les servía para saber con cierta exactitud cuándo llegarían las estaciones.
¿Y del segundo, nadie decía nada? Pues hasta que no pasaron unos años, nuestra querida unidad de tiempo aún no había sido ni imaginada. Pero entonces llegó una nueva forma de clasificar el tiempo a través de las lunas.
Fue en el año 1000, cuando al-Biruni creó un calendario que, a partir de las lunas nuevas, daba tiempos específicos a las semanas, clasificándolas con un número de días, horas, minutos, segundos… ¡Ya lo tenemos aquí!
Pero no nos hagamos ilusiones, el segundo existía conceptualmente, pero no existía la forma de medirlo. Se tuvo que esperar cerca de medio siglo milenio.
Y es que entre el 1577 y el 1580, un señor llamado Taqi al-Din creó el primer reloj que podía medir segundos. Se trataba de un mecanismo que mediante tres manecillas mostraba las horas, los minutos y los segundos.
En cuanto a su uso, era una especie de reloj astronómico, y servía para medir la ascensión de las estrellas.
Ya tenemos el concepto de segundo, y un primer instrumento capaz de medirlo. ¿Pero cómo conseguimos medirlo de una forma más precisa?
Fueron necesarios los relojes de péndulo para lograrlo.
Concretamente en 1657, Huygens (lo recordaremos por ser el primero que creó un patrón del metro) creó un reloj de péndulo, y tres años más tarde William Clement añadió un péndulo segundero.
Pero si os habéis fijado, aún no hay definición oficial para el segundo. ¿Cuánto tardarían en dar una?
Lo sabremos en la segunda parte, por supuesto.
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