A simple vista puede apreciarse que hay unas estrellas que son más brillantes que otras. Los griegos ya intentaron clasificar las estrellas según su brillo; Hiparco introdujo las bases de la clasificación que se utiliza hoy en día: el sistema de magnitudes. Hiparco clasificó las estrellas en categorías, que denominó magnitudes. La primera categoría o primera magnitud correspondía a las estrellas más brillantes que eran visibles poco después de la puesta de Sol. Las estrellas que eran aproximadamente la mitad de brillantes las denominó de segunda magnitud, y así sucesivamente hasta las de sexta magnitud, que son las estrellas más débiles visibles a simple vista en una noche clara.
En el siglo XIX, en un intento de mejorar la escala de magnitudes, se observó que las estrellas de sexta magnitud son unas 100 veces más débiles que las estrellas de primera magnitud, lo que supone que entre dos magnitudes sucesivas exista una diferencia de brillo de aproximadamente 2,5. Además se establecieron algunas estrellas como referencia a partir de las cuales se podían medir los brillos del resto de las estrellas.
Una de las características de la escala de magnitudes es que la magnitud aumenta cuando el brillo disminuye y viceversa. Por ejemplo, una estrella de primera magnitud, fácilmente visible a simple vista es 100 veces más brillante que una de sexta magnitud, apenas visible a simple vista. La consecuencia de todo ello es que los objetos muy brillantes adquieren magnitudes negativas. Por ejemplo, una estrella que sea aproximadamente 2,5 veces más brillante que otra de primera magnitud, tendrá una magnitud menos, por lo que al restar 1 a 1, tendrá magnitud 0. Si tenemos otra estrella que a su vez sea 2,5 veces más brillante que otra de magnitud 0, tendrá magnitud -1, y así sucesivamente. El astro más brillante del cielo es el Sol con una magnitud de -26,8, después le sigue la Luna llena con una magnitud de -12,6 y a continuación Venus con una magnitud de -4,4.
No obstante, estas magnitudes corresponden al objeto tal y como se ve en la bóveda celeste, denominándose magnitud aparente. El brillo que podemos medir de las estrellas en el cielo, no nos da una indicación real de lo luminosa que es una estrella. Una estrella poco luminosa pero cercana al Sistema Solar puede aparecer más brillante que otra que sea más luminosa pero que esté más lejos.
Es por ello que para comparar las estrellas se calcula el brillo que tendrían si estuviesen situadas a una distancia fija, que arbitrariamente se ha escogido de 10 parsecs o 32,6 años luz. A ese brillo se le denomina magnitud absoluta.
Vía | Astrogea En Genciencia | Hiparco: un hombre entregado al Universo, La constelación de Orión