Las dos colas de un cometa

Desde tiempos inmemoriales, los cometas son uno de los fenómenos que más ha fascinado a la humanidad, tanto por su rareza como por su belleza. Históricamente, se les ha considerado mensajeros de importantes nuevas, debido a sus apariciones esporádicas, irregulares y, en principio, impredecibles.

Los cometas tienen dos elementos característicos que conforman su particular imagen: la coma y la cola. La coma es la nube difusa alrededor del núcleo. Debido a la composición de los cometas (generalmente bolas formadas por no más que hielo, gases congelados, polvo y algunos fragmentos rocosos), al acercarse al sol algunos de sus componentes se subliman formando esta ‘nube’.

Por otro lado está la cola… o mejor dicho, las colas. Porque un cometa forma dos colas distintas cuando se acerca el sol: una de ellas es de color azulado y totalmente paralela a la dirección de la radiación solar, mientras que la otra es de color blanco-amarillento y forma una trayectoria oblicua. ¿Cuál es el origen de estas dos colas?

La primera cola está formada por moléculas gaseosas de la coma, barridas con fuerza e ionizadas por el viento solar (de ahí el brillo azulado). Estas partículas se alinean según las líneas del campo magnético solar, que tiene sobre ellas un efecto más intenso que la propia atracción gravitatoria. Generalmente, esta es la cola más visible y espectacular.

Pero existe una segunda cola, formada por partículas sólidas de polvo. Estos pequeños fragmentos también son barridos por el viento solar (que obviamente es más intenso cuanto más se acerque el cometa al sol). Quedan desprendidos y van formando una trayectoria oblicua, debido a la propia inercia que poseían. (Algo parecido a lo que pasaría, por ejemplo, si corremos haciendo círculos enchufando una manguera perpendicularmente al exterior: el chorro de agua no será perpendicularmente recto a nuestra trayectoria, sino curvado).

La luz que ‘emite’ la segunda cola no es más que el reflejo de la luz solar en cada uno de sus fragmentos, por eso generalmente es más difusa y difícil de apreciar. Por el mismo motivo, su color es blanco-amarillento y no azulado. Debido a las diferentes trayectorias de ambas colas, a veces sucede que desde la Tierra parece que tienen direcciones opuestas. Por eso a la segunda cola se le llama también anticola.

Uno de los cometas más espectaculares de los últimos siglos, el Hale-Bopp (visible en 1997), destacaba precisamente por la intensidad y claridad con la que se veían sus dos colas. Su fotografía es la que ilustra la cabecera del artículo.

Imágenes | Wikimedia Commons
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