A raíz de la competición de construción de astromóviles para la exploración humana de la NASA, el director del Instituto Internacional de Educación Espacial de Alemania, Ralf Heckel, ha seleccionado el proyecto de astromóvil de Ekaterina Trúsheva, una niña rusa de solo 13 años. El proyecto permitiría, por ejemplo, alcanzar el sistema estelar más próximo, Alpha Centauri, en sólo 42 años, en vez de los miles de años que se requerirían ahora.
La fuente de energía de «Tierra», que así ha bautizado Trúsheva a su nave, emplearía como fuente de energía el hidrógeno que se encuentra en el ambiente interestelar, que sería recogido mediante un embudo magnético. «Tierra» tendría una capacidad para 500 personas, los alimentos serían sintetizados o cultivados a bordo. El hidrógeno sería comprimido y calentado por reacción termonuclear. Un propulsor de uniflujo termonuclear y un propulsor de uniflujo fotónico completarían la nave.
A pesar del bombo que se ha dado en algunos medios de comunicación, en realidad, Trúsheva no ha inventado nada nuevo, y ni siquiera ha resuelto los problemas técnicos del viaje (¿cómo construir algo así en órbita? ¿cómo sobrevivir al viaje?). En 1960, Robert W. Bussard proponía la utilización del hidrógeno interestelar como combustible y masa de reacción de una nave espacial, la llamada estatocolectora, ramjet o motor Bussard.
Lo que no le resta cierto mérito a Trúsheva: o tiene una gran capacidad de imaginar soluciones o ha leído mucha ciencia ficción; sea como fuere, es posible que en el transcurso de los próximos años tengamos que recordar su nombre.
Vía | EuropaPress
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