Siguiendo la línea catastrófica que habíamos iniciado con El día en que la Tierra dejará de girar, hoy vamos a analizar los efectos de la inversión de los polos magnéticos de nuestro planeta. Algo que ocurrirá en un futuro muy próximo.
Los estudios de la lava antigua, que registran la orientación de los campos magnéticos cuando se enfría, constata que estas inversiones ya se han producido en 20 ocasiones a lo largo de los últimos 5 millones de años, y que la más reciente fue hace unos 780.000 años.
El cambio tarda en completarse entre unos 5 y 10 mil millones de años, entre los cuales la Tierra se queda apenas sin campo magnético o lo pierde por completo.
Al menos en términos geológicos, el siguiente cambio que nos espera es inminente. Al ritmo actual, se desvanecerá completamente en unos pocos miles de años. De todavía existir vida, ¿en qué la afectará?
No se sabe con seguridad, pero se duda de que la pérdida del campo magnético tenga algún efecto nocivo en la vida. Es cierto que la peligrosa radiación del Sol y del espacio exterior se queda atrapada en el campo magnético de los cinturones de Van Allen, que se encuentran entre 5.000 y 30.000 kilómetros por encima del planeta; y también es cierto que la concentración de radiación de estas zonas es lo suficientemente alta para ser un peligro para cualquier persona o cosa que se encuentre en su interior.
Pero si estos cinturones desaparecieran con el cambio magnético no se puede saber si la radiación que llegaría a la Tierra causaría problemas, porque la atmósfera absorbería en principio su totalidad antes de que ésta llegara a la superficie.
Lo que sí disfrutaríamos al esfumarse el campo magnético es el espectáculo de color del cielo: asombrosas auroras. Ello se debe a que habría más partículas aceleradas que conseguirían penetrar dentro de las moléculas de aire de la atmósfera.
Así que, si la palmamos, al menos será contemplando un bello espectáculo pirotécnico.