En Brasil se encuentra el mayor número de vehículos impulsados a partir de biodiésel. Aproximadamente un 25% de este consumo proviene de la caña de azúcar, consiguiendo así un ahorro importante en las emisiones de dióxido de carbono que tendrían lugar si emplearan un motor de combustión por gasolina.
Ahora un grupo de investigadores del Instituto Carnegie de Ecología Global han descubierto que la caña de azúcar nos ofrece otra ventaja importante: reducir el calor ambiental.
La expansión que han sufrido los cultivos de caña de azúcar anteriormente ocupadas por otros cultivos, ha conseguido que la temperatura ambiental descienda. Esto es debido a la reflexión de la luz que se produce sobre estos cultivos, de esta manera la luz solar es devuelta al espacio disminuyendo la temperatura del aire circundante.
Este estudio, dirigido por Scott Loarie, se ha publicado en la revista Nature Climate Change y ha sido el primero en cuantificar los efectos directos de la expansión de los cultivos de caña de azúcar sobre la superficie brasileña. Los investigadores han utilizado datos procedentes de cientos de imágenes de satélites sobre una superficie de unos 730.000 millas cuadradas (aproximadamente el estado de Alaska), y han analizado la temperatura, la reflectividad y la evapotranspiración (pérdida de humedad en una superficie por efecto de la evaporación y la transpiración vegetal. Se mide en milímetros por unidad de tiempo).
Los investigadores enfatizan que este efecto es beneficioso en tanto que las nuevas zonas de cultivos de caña de azúcar están ubicadas en antiguas superficies ocupadas por otros cultivos, y no en áreas de vegetación natural, ya que podría influir en la deforestación.
Hasta ahora, la mayoría de los estudios sobre los efectos climáticos sólo tenían en cuenta el efecto de las emisiones gaseosas. Sin embargo, tal y como afirma el coautor Greg Asner, es cada vez más evidente el efecto que produce el uso de la tierra sobre el clima terrestre.
Vía | Carnegie Institution