Las alcantarillas de las ciudades son un caldo de cultivo de muchas especies animales, pero sobre todo son un caldo de cultivo de leyendas respecto a éstas. Por ejemplo, los cocodrilos transgénicos que algunos creen que pueblan las alcantarillas de Nueva York.
Una leyenda urbana que se remonta a un artículo publicado en 1935 en el New York Times según el cual unos jóvenes de la calle 123, en las proximidades del río Harlem, se habría topado con un caimán emergiendo de una alcantarilla de Harlem y lo habían golpeado con palas hasta matarlo.
Algo bastante difícil, ante todo porque los caimanes no pueden sobrevivir en las alcantarillas a causa de la falta de luz: precisan de la radiación ultravioleta del sol para procesar el calcio que consumen.
Otro gran mito se generó hace tiempo alrededor de los lemmings. Los lemmings, como las ratas, son lo que se denominan r-estrategas. Es decir, el individuo no es relevante, de modo que se reproducen a gran velocidad (también tienen una alta tasa de mortalidad). Los humanos, sin embargo, somos una especie k-estratega, pues para nosotros lo importante es la supervivencia del individuo por encima de la comunidad.
¿Os acordáis de esos videojuegos protagonizados por lemmings, en el que los lemmings se reproducían por millares y sacrificaban su propia vida para que el grupo salvara cualquier obstáculo?
Es cierto que los lemmings poseen una capacidad reproductora espectacular, pero lo de los suicidios masivos es sólo cosa del juego, herencia de un mito que se popularizó a raíz de la película documental de Walt Disney White Wilderness, de 1958, que fue un fraude absoluto.
Aunque el origen del mito hay que buscarla más atrás, a principios del siglo XX, donde ya en un influyente libro infantil de consulta en el Reino Unido, la Children´s Encyclopaedia de Arthur Mee (1908), decía:
Avanzan en línea recta, por montañas y valles, a través de jardines, granjas, pueblos, manantiales y estanques; envenenan el agua y provocan fiebre tifoidea (…) continúan hasta el mar, y provocan su destrucción metiéndose en el agua (…) Es triste y terrible, pero si ese éxodo funesto no tuviese lugar, los lemmings habrían dejado Europa pelada hace mucho tiempo.
Vía | El pequeño gran libro de la ignorancia de John Lloyd