Antes de empezar, es necesaria una aclaración terminológica. Los biólogos acostumbran a usar rasgos netamente humanos para describir ámbitos animales. Esto se hace por dos razones: para facilitar la comprensión gracias a la analogía que origina la palabra y por economía verbal.
Por ejemplo, el término “asesinato”. Obviamente, no podemos considerar que un animal ha “asesinado” a sus crías bajo ningún concepto, si atendemos en puridad a la acepción de la palabra. Los animales no saben lo que están haciendo: no hay intención, deliberación, alevosía.
O en el caso de la palabra “violar”. Quizá este término tiene una excesiva carga emocional que no puede darse en el reino animal. Pero no existe una palabra que describa una copulación forzada entre no humanos, de modo que se usa a pesar de todo. Decir “violación” en vez de “copulación forzada” no es relevante cuando hablamos de etología.
Dejado esto claro, hablemos de la violación. La violación animal.
Tenemos una extraña relación esquizofrénica con la idea “naturaleza”. Por un lado, la consideramos una arcadia de intereses puros y comportamientos sanos. La mezquindad, el egoísmo, la maldad son sólo rasgos que surgen con la humanidad, con la civilización, con las hipotecas y esas cosas.
Por otro lado, sin embargo, solemos achacar a quien se comporta de forma bruta o irracional de ser demasiado animal. ¡Ya no vivimos en las cuevas!, suele decirse. De este modo, parece que esa naturaleza que anteriormente habíamos sacralizado se convierta de repente en una suerte de anatema de una deseable civilización.
Algunas personas suelen usar ejemplos del comportamiento de los animales para justificar los propios o para cuestionar los ajenos. Por ejemplo: la violación. Consideramos la violación un crimen execrable. Pero también hay patos que violan a otros patos, por ejemplo. Es decir, es un comportamiento “natural”. Así pues, la comparación con el reino animal como crítica a la violación no es muy inteligente.
También puede darse el caso a la inversa. Personas que sostienen que la homosexualidad es completamente natural y no una desviación antinatural porque hay animales homosexuales. Y los hay. Hay gaviotas lesbianas: parejas de hembras que permanecen aparcadas durante varias estaciones, defendiendo su territorio, construyendo un nido y compartiendo la tarea de incubar los huevos). También hay gusanos homosexuales.
Pero también existen también pájaros cornudos. Y entre las arañas existe el canibalismo sexual: las hembras esperan que el macho haya terminado de fecundarlas para matarlo y comérselo. ¿Es, entonces, el canibalismo y la infidelidad legítimos comportamientos del ser humano porque son naturales y otros animales también los cultivan? Por supuesto que no.