Al igual que a un occidental le parecerá repugnante alimentarse de insectos, los animales también tienen sus propios prejuicios alimentarios en función del lugar donde viven. Por ejemplo, a los perros mexicanos, al contrario que a los perros americanos estadounidenses, les gusta un poco el picante. Es lo que descubrió el psicólogo Paul Rozin, de la Universidad de Pennsylvania, en sus investigaciones con comida étnica. Los perros, como los humanos, tienen que aprender a que les guste el sabor picante de las guindillas.
Pero Rozin no fue el primer investigador en centrarse en la dieta étinica de los animales. Tal y como explica Mary Roach en su libro Glup:
En 1926, el investigador indio de la asociación Fund comparó ratas que vivían comiendo chapatis y verduras con ratas alimentadas con una dieta basada en carne enlatada, pan blanco, mermelada y té. La opción occidental era tan desagradable que el segundo grupo prefirió comerse a sus compañeras de jaula, y tres de ellas dejaron "restos nimios o inapreciables para su examen post mórtem".
Nancy Rawson, especialista en nutrición, también opina que el sentido del gusto de los animales está especializado según el lugar que ocupan en su entorno, y en consecuencia ello también puede ser reflejo de matices culturales humanos del lugar.
Además, los consumidores invierten muchos recursos en dar de comer lo mejor para sus mascotas (incluso pastillas de menta para mantener su aliento fresco). Según el estudio "El estado del mundo 2004", elaborado por el Worldwatch Institute, los países occidentales gastamos en comida para mascotas 17.000 millones de dólares frente a los 19.000 millones que se destinan a luchar contra el hambre, por ejemplo.
Como los humanos
Con todo, los más remilgados y maníaticos a la hora de seleccionar la comida en función de la educación, el entorno cultural y las costumbres son los seres humanos, a pesar de que somos omnívoros, hasta el punto de que se suceden paradojas como las que describe Roach:
Los primeros hombres no desaprovechaban las partes más nutritivas de una presa. ¿Por qué nosotros sí? En 2009, Estados Unidos exportó 438.000 toneladas de órganos de ganado congelados. Hablando metafóricamente, ya dominan todo el globo. Egipto y Rusia consumen mucho hígado. México se come nuestros cerebros y labios. Y nuestros corazones pertenecen a Filipinas.
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