En primer lugar, hay que advertir que no todas las plantas que nos rodean crecen a partir de semillas. Los helechos y los musgos lo hacen a partir de esporas. Las algas, que también son plantas, pero viven en el agua no producen ni semillas ni esporas.
Hace aproximadamente 350 millones de años, los bosques cubiertos de musgo dieron paso a bosques de helechos parecidos a árboles. Las aletas de algunos peces evolucionaban para transformarse en patas para andar sobre tierra firme. Y las esporas de algunas helechos evolucionaron, también, para desarrollar una especie de almacén interno de nutrientes de almidón y una cubierta impermeable. Fueron las primeras semillas.
¿Qué ventaba evolutiva presentaban las semillas? En condiciones adversas, la capa impermeable permitían que sobrevivieran en lugares secos e inhóspitos, donde las esporas no tenían posibilidad de supervivencia.
Por ejemplo, el agua del mar es un lugar muy inhóspito para un planta, sin embargo las semillas pueden ser transportadas por el mar hasta islas lejanas, donde finalmente arraigan. Es algo que descubrió Charles Darwin cuando escribía su libro El origen de las especies y hacía experimentos en su casa de Kent, Inglaterra, sobre el tiempo que era capaz de sobrevivir una semilla en agua marina.
Tal y como explica la bióloga Karen James en el libro Las grandes preguntas de los niños y las sencillas respuestas de los grandes expertos:
Las capas impermeables de las semillas las ayudan a sobrevivir no solo en lugares secos y en el océano, sino también durante mucho tiempo. ¡En 2005, un equipo científico de Israel consiguió hacer germinar una semilla de más de dos mil años de antigüedad! Las ventajas que ofrecían las semillas permitieron que las primeras plantas de semillas tuvieran éxito hace tantos millones de años. Por lo tanto, la próxima vez que pasees por un prado, te pongas una camiseta de algodón o desayunes cereales, acuérdate de los antepasados de esas plantas. Y de cómo evolucionaron hasta convertirse en los cientos de miles de plantas bellísimas (y útiles) con las que compartimos la Tierra en la actualidad, gracias a su almacén de energía y sus “impermeables”.
Las primeras plantas con semillas fueron Coníferas (pinos, abetos, sequoias, cedros, cipreses, araucarias, etc.) que aparecieron iniciando una nueva gran civilización vegetal.
Más tarde, las Coníferas retrocedieron por efecto de la presión evolutiva de la última gran civilización vegetal constituida por las plantas con flores, las cuales producen frutos. Éstas se expandieron con un empuje irresistible que empezó hace cien millones de años y que no ha cesado de aumentar estableciendo nuevas relaciones, en beneficio mutuo, entre los animales y las plantas.
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