Hubo una vez una criatura extremadamente simple como es el moho del fango (Dictyostelium discoideum) que desconcertó a los científicos por largo tiempo y cuyo comportamiento solo empezó a descifrarse cuando se rompieron las barreras que separan las distintas disciplinas hasta que la Biología Molecular y la Física se dieron la mano, y también se unieron la embriología, las matemáticas y las ciencias informáticas.
Esta fábula no habla de ratones parlanchines o conejos rurales, sino de una miríada de organismos unicelulares diferentes que se mueven independientemente unos de otros y que, globalmente, conforman un único ser denominado moho del fango.
Pero esta capacidad solo es temporal y, en un momento dado, puede suceder que vuelvan a estar todos los organismos separados entre sí. Como ese robot gigante que se construye uniendo entre sí cada robot individual de los Power Rangers. Steven Johnson, en Sistemas emergentes, lo describe de este modo:
Bajo las condiciones adecuadas se producirá la coalescencia de esas miríadas de células en un solo organismo mayor que comienza a reptar pausadamente por el suelo del jardín consumiendo a su paso hojas y cortezas en descomposición. Cuando el entorno es menos favorable, el moho del fango se comporta como un organismo aislado; cuando el tiempo es más frío y el moho dispone de una cantidad de alimento mayor, “él” se transforma en “ellos”.
Ello le permitió descubrir cuál era la forma de resolver el laberinto recurriendo solo al moho. Y el moho logró usando esta clase de inteligencia, la misma que guía a las colonias de hormigas o al crecimiento de las ciudades, una inteligencia sin cerebro, que únicamente nace de la unión de múltiples organismos.
Moho, células e IA
Todavía no entendemos completamente al moho del fango, pero si lo lográramos ello nos daría claves para comprender el gran misterio de la fisiología humana, esto es, el hecho de que todas las células de un cuerpo funcionen tan coordinadamente. Como señala Johnson: “Si lográramos descifrar cómo se las arregla el Dictyostelium, quizás encontráramos también las claves de nuestra desconcertante unidad”.
Esta capacidad tan asombrosa de coordinación ad hoc incluso condujo a los investigadores a conjeturar que las células del moho del fango pudieran segregar una sustancia llamada acrasina o monofosfato de adenosina, que de algún modo estaba vinculada al proceso de agregación. Y es que el mecanismo que permite la agregación de las amebas se basa en el adenosín monofosfato cíclico. Sin embargo, las cosas son más complicadas.
En un relativamente desconocido ensayo de Alan Turing, el brillante decodificador durante al Segunda Guerra Mundial, se abordaba el tema de la “morfogénesis”, la capacidad de todas las formas de vida de desarrollar cuerpos cada vez más complejos a partir de orígenes extraordinariamente simples. Turing había esbozado un modelo matemático donde agentes simples, de acuerdo con reglas simples, generaban estructuras extraordinariamente complejas. “El trabajo de Turing se centraba en la recurrencia de los patrones numéricos de las flores, pero usando herramientas matemáticas demostraba cómo un organismo complejo podía desarrollarse sin ninguna dirección o plan maestro.”
La biomatemática de la Universidad de Harvard Evelyn Fox Keller y el físico Lee Segel demostraron que las células del moho de fango podían disparar la agregación sin seguir a un líder, alterando simplemente la cantidad de acrasina que liberaban individualmente. Los experimentos probaron que las células del moho de fango se organizaban desde abajo, sin un pensamiento o cerebro centralizado. Son sistemas ascendentes y no descendentes. Extraen su inteligencia de la base.
El estudio de la conducta del moho de fango, finalmente, forma parte de un conjunto de investigaciones que han ayudado a transformar la comprensión del desarrollo biológico, pero también ofrece y ofrecerá claves sobre disciplinas tan dispares como el diseño de software o los estudios urbanísticos.
Comprender el modo en que los sistemas cambian, como evolucionan, en una palabra, como aprenden, también contribuye a diseñar Inteligencias Artificiales más capaces. En otras palabras, si algún día Skynet adquiere consciencia de sí misma y decide destruir a la especie humana, al final, quizá, lo habrá conseguido gracias a la extraña inteligencia emergente del moho del fango.
Ver todos los comentarios en https://www.xatakaciencia.com
VER 2 Comentarios