El origen de las ojeras

Muchas mañanas, frente al espejo, las detectamos. Son las ojeras. Algunos dicen que otorgan cierto aire interesante a quien las posee, pero lo cierto es que nadie está contento con ellas.

La piel que rodea nuestros ojos es la piel menos tersa y más fina de todo nuestro cuerpo. Con los años, además, la dermis incrementa su finura y se daña, transparentando aún más las venas.

Las razones por las que surgen las ojeras son varias, pero fundamentalmente se pueden resumir en una: por herencia. Como quien tiene unas orejas de Dumbo o una nariz de connotaciones ornitológicas. En ese sentido, algunas etnias acostumbran a desarrollar más ojeras que las otras, como es el caso de las que presentan más pigmentación en la piel.

Cuando ninguno de estos dos requisitos se cumple, entonces las ojeras pueden aparecer de forma esporádica debido al cansancio: las venas se inflaman y quedan más evidencia tras el fino velo de piel. De ahí que cualquiera que haya pasado una mala noche le sea imposible evitar que los demás se enteren (aunque existan muchos métodos para disimularlas un poco): los ojos de mapache cantan a la legua).

Otros motivos menos comunes para las ojeras son las enfermedades cutáneas, como alergias o eczemas, que nos llevan a rascarnos la zona con la palma de la mano, llevándonos a irritar la zona, causando una acumulación de sangre en la zona. También sucede en estados de alteración hormonal, cuando existe retención de líquidos o durante el embarazo o la menstruación.

Es decir, que la falta de sueño o el cansancio no producen directamente las ojeras sino que suelen empeorar las ojeras que ya nos vienen de serie.

Vía | Por qué salen las ojeras

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