La historia puede valerse de las ciencias duras para afianzar sus narraciones acerca de lo que pasó en la historia de la humanidad. Buena prueba de ello es el Demodex follicolorum, un ácaro que habita en nuestra cara sin que nos demos cuenta. Es tan minúsculo que no lo podemos ver a simple vista. Permanece confortable en nuestros folículos pilosos en la nariz, la mejilla, la barbilla, las pestalas...
El ser humano ha tenido a este habitante en su cara durante tanto tiempo que podríamos decir que ha vivido con él siempre. Tanto es así que una investigación publicada en PNAS sugiere que los diferentes tipos de ácaro tienen características distintas en función de la procedencia de las personas sobre las que prosperan.
En el estudio se analizaron los ácaros que tenían setenta personas de origen europeo, asiático, africano y latinoamericano, y cada uno de ellas tenía un tipo de ácaro distinto. Estas divergencias, según los autores, revelan los patrones históricos de las migraciones humanas a lo largo de la historia.
Es decir, que echando un vistazo a estas criaturas microscópicas que hay en nuestro cuerpo podríamos conocer a ciencia cierta gran parte de la historia de la humanidad, al menos desde el punto de vista migratorio, como si todos hubiéramos llevado encima un geolocalización como el que ahora viene equipado nuestro smartphone.
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