El pingüino adelia (Pygoscelis adeliae) es, junto con el pingüino emperador, una de las dos únicas especies de pingüinos que viven en el continente antártico, propiamente. Esta especie es común a lo largo de toda la costa antártica e islas cercanas. En 1830, el explorador francés Dumont D'Urville lo bautizó en honor a su esposa, Adélie.
Ahora hemos descubierto, gracias a la tecnología satélite y un dron, que existe una colina de dos millones y medio de ejemplares que hasta ahora no se conocía.
La colonia perdida
Ha sido descubierta en las Islas Danger, en el extremo norte de la Península Antártica, y nos había pasado despercibida en parte por la lejanía y las tracioneras aguas que rodean las islas. Incluso en el verano austral, el océano cercano está lleno de hielo marino grueso, por lo que es extremadamente difícil acceder allí.
Sin embargo, gracias a un dron comercial Quadcopter modificado para tomar imágenes de toda la isla desde arriba, según publican en Scientific Reports.
Según explica Hanumant Singh, profesor de mecánica e Ingeniería Industrial en Northeastern University, que desarrolló el sistema de navegación e imagen de drones:
El dron te permite volar en una cuadrícula sobre la isla, tomar fotografías una vez por segundo. Luego puedes unirlas en un gran collage que muestra toda la masa terrestre en 2D y 3D.
Previamente, para saber por dónde lanzar el dron, los científicos utilizaron un algoritmo para buscar entre las imágenes de la nave espacial estadounidense Landsat lugares de posible actividad de pingüinos. Landsat no da imágenes de alta resolución de manera que, cuando el sistema señala posibles colonias, deben tomarse imágenes mucho más nítidas para confirmar la información.
El número de pingüinos en las Islas Danger podría proporcionar información no solo sobre la dinámica de la población de pingüinos, sino también sobre los efectos del cambio de temperatura y el hielo marino en la ecología de la región. Ser capaces de obtener un recuento preciso de las aves en esta supercolonia también ofrece un punto de referencia valioso para futuros cambios, así como aportará una valiosa evidencia para apoyar las Áreas Marinas Protegidas (AMP) propuestas cerca de la Península Antártica.
Los Adela construyen sus nidos con piedras, pero las piedras son muy escasas en la Antártida… y ya sabemos lo que pasa cuando algo es escaso. Que se vuelve valioso y la gente está dispuesta a cualquier cosa por ella. Por esa razón, las hembras, cuando su pareja está lejos, acostumbra a prestar favores sexuales a otros machos solteros a cambio de piedras más grandes y mejores. Como dice John Lloyd en su libor El pequeño gran libro de la ignorancia (animal): es la única forma conocida de prostitución aviar.
Los machos “clientes” se quedan en ocasiones tan satisfechos que las hembras consiguen más piedras sin sexo, sólo a cambio de unos coqueteos. Una hembra especialmente coqueta logró 62 piedras con ese método. Sin duda, los machos creen que merece la pena perder las piedras a cambio de la oportunidad de tener más crías. Los zoólogos especulan con la teoría de que la hembra podría estar intentando mejorar la variabilidad genética de su descendencia.
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