A menudo vemos por la televisión toda clase de inundaciones que arrasan viviendas. Los seres humanos, ante eso, lo más que hacemos es achicar el agua mediante cubos; aunque normalmente salimos huyendo. Pero ¿y si optáramos por bebernos el agua?
Eso es lo que hace una clase de hormiga de Malasia. Bien, en realidad, lo que hace es una mezcla de beber agua y achicarla con cubos: se la bebe para orinarla fuera de casa.
En las selvas tropicales de Malasia vive esta hormiga llamada Cataulacus muticus, que tiene especial preferencia por residir en trocos huecos de árboles. El problema es que el bambú sólo crece donde hay humedad, así que nace y muere junto a los ríos, que en las selvas tropicales tiene tradicionalmente a inundar todo lo que le rodea.
Así pues, el hábitat de estas hormigas se inunda más frecuentemente que un parque acuático. Lo normal es que las hormigas abandonen su casa cuando ésta se inunda, pero no así esta clase de hormiga, terca como una mula.
Tampoco opta por instalar drenajes bajo el suelo o construir diques frente a sus entradas.
Unos biólogos de la Universidad de Frankfurt quisieron saber con exactitud lo que hacía esta especie de hormiga cuando las aguas irrumpían en el salón de su casa. Para ello instalaron en su laboratorio tres colonias de hormigas bajo el agua.
Al cabo de poco tiempo observaron algo inaudito: las hormigas metían la cabeza en el agua y bebían, bebían y bebían, como si estuviesen sedientas. 15 minutos después, aquellas primeras hormigas se dirigían a la abertura del bambú para deshacerse de su carga líquida. O sea, que orinaron en la puerta de casa.
Pensaréis que una hormiga no puede beber mucha cantidad de agua y, en consecuencia, tampoco orinará demasiado. Y es cierto: las gotas evacuadas por una hormiga contenían de media una cantidad equivalente a 0,66 microlitros. 0,8 milímetros de prometido. Una cantidad apenas visible para nuestros ojos.
Pero algo que sí tienen las hormigas es que son muchas y se pueden organizar fácilmente. En un tronco de bambú pueden vivir hasta 2.000 hormigas, de modo que al final los científicos pudieron comprobar que al tercer día ya había secado su hogar.
Con todo, tanto beber y orinar comporta un gasto enorme de energía. Y muchas hormigas mueren literalmente de agotamiento. Por no hablar de que orinar directamente junto a la puerta de cada no es, que digamos, una eliminación efectiva del peligro ni ayuda a contener las inundaciones.
¿Entonces cómo se las ha arreglado esta hormiga para sobrevivir a lo largo de los siglos usando una técnica tan basta como beber y mear en la puerta de casa? Pues gracias a su cuota de multiplicación: es su afán de reproducirse lo que todavía mantiene viva esta estrategia un tanto ineficaz de evitar inundaciones, en vez de aprender de una vez a construir diques o drenajes más eficaces y elegantes.
Vía | De focas daltónicas y alces borrachos de Jörg Zittlau