El 23 de septiembre de 1988, se halló el cuerpo de una tortuga laúd (D. coriacea) que el mar había arrastrado hasta la playa en Harlech, Gywnedd, en Reino Unido.
Su masa era extraordinaria, la mayor medida jamás en una tortuga: 914 kg.
Tortugas aún más grandes
Esta tortuga leviatanesca tenía un caparazón que medía 2,91 metros de largo. La distancia entre las aletas delanteras alcanzaba los 2,77 metros. Su peso era el doble que un piano de cola.
A diferencia de la mayoría de las tortugas, la laúd pasa casi todo el tiempo en mar abierto, donde se sumerge a la caza de medusas.
Su capacidad para sumergirse también es extraordinaria, habiéndose medido en un máximo de 1.200 metros de profundidad gracias a un equipo de seguimiento frente a las costas de las islas Vírgenes de Estados Unidos, por parte del investigador Scott Eckert en 1987.
El 16 de febrero de 1990, la tortuga laúd más grande jamás vista pasó a formar parte de la exposición del Museo Nacional de Gales, en Cardiff.
Con todo, no es la tortuga más grande y pesada de la que tenemos constancia si nos atenemos al registro fósil. La Archelon ischyros vivió hace unos 70 o 80 millones de años, durante el Cretácido tardío, en las aguas que rodean la actual Norteamérica.
El ejemplar más grande del que se tiene constancia fósil midió más de 4 metros de largo y 4,9 metros de ancho de aleta a aleta. Se estima que su masa debía de ser de unos 2.200 kg, el doble que la tortuga laúd. Además, en vez de un caparazón sólido, la Archelon tenía un armazón óeo constituido por las costillas y la columna vertebral.
Si nos circunscribimos a las tortugas de agua dulce, entonces la más grande de todas son las tortugas de caparazón blando de Shanghái (R. swinhoei), que miden más de 1 metro de largo y hasta 0,7 metros de ancho. El espécimen más pesado del que se tiene constancia llegó a los 250 kg.
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