Las perversas costumbres sexuales de los pingüinos Adelia que se difundieron en un libro clandestino

En su celebérrimo Los pingüinos antárticos, George Murray Levick vertió todo lo que hubo aprendido de los pingüinos durante su exploración polar, concretamente la región interior (mientras Robert Falcon Scott se adentraba en los espacios australes de la Antártida entre 1911 y 1912).

Atrapados en el hielo, y sin posibilidad de regresar hasta que llegara la primavera, Levick tuvo que guarecerse en una cueva de hielo en un lugar bautizado como Isla Inexpresable, una cueva construida en marzo de 1912 por el grupo norte de la Expedición antártica británica (1910-13), comandada por Victor Campbell. Con tanto tiempo por delante, Levick pudo examinar con detalle cómo vivían los pingüinos. Pero no todo lo reflejó en su libro. Hubo cosas que le provocaban demasiado pudor.

Todo lo que Levick nos ocultó

En Los pingüinos antárticos leemos cosas maravillosas de los pingüinos, como la ternura de estas criaturas o sus relaciones monógamas. Sin embargo, Levick contempló algunas costumbres sexuales tan aberrantes que las notas en su cuaderno ya no eran inglés, sino en griego, a fin de que nadie de su entorno pudiera leerlas.

Eran detalles como coacción sexual, abusos sexuales, “asesinato” y necrofilia. Todas estas notas quedaron fuera de su célebre libro, pero las reunió en otro, un ensayo más modesto, casi clandestino, que tituló Las costumbres sexuales del pingüino Adelia. El texto pasó de mano en mano casi como si fuera una novela erótica.

El ensayo se perdió para siempre hasta que en 2012, Douglas Rusell, responsable de las aves en el Museo de Historia Natural de Tring, encontró fortuitamente un ejemplar, sacándolo de nuevo a la luz.

¿Qué cosas se podían leer en aquel texto casi secreto? En el reciente libro Sexo en la Tierra, escrito por Jules Howard, se plasman algunos fragmentos extraídos, a su vez, de la revista especializada Polar Record, que las publicó en el 2012:

(…) grupitos agresivos de media docena o más de individuos (…) que pasan el tiempo en las cercanías de los montículos, incordiando a sus habitantes con constantes actos de depravación”. Según Levick, nada parecía poder poner coto a la lujuria de aquellos machos: lo intentaban incluso con hembras heridas, cadáveres o polluelos (uno, al parecer, “sufrió abusos en presencia de sus propios padres”). A falta de pollos o cadáveres, algunos machos optaban simplemente por aparearse con el suelo, consiguiendo eyacular.

El pingüino adelia (Pygoscelis adeliae) es, junto con el pingüino emperador, una de las dos únicas especies de pingüinos que viven en el continente antártico, propiamente. Esta especie es común a lo largo de toda la costa antártica e islas cercanas. En 1830, el explorador francés Dumont D'Urville lo bautizó en honor a su esposa, Adélie.

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