Reconozco que me encanta el frío. Sin embargo, también reconozco que tengo poca tolerancia al mismo: a menos de 10ºC ya me cuesta salir de casa. Pero hay personas que tienen una aclimatación extraordinaria al frío: la producción de calor de su cuerpo, su metabolismo basal, funciona muy por encima de lo habitual.
Es el caso de un grupo de mujeres que vivía en Corea y Japón allá por los años 1970.
El único sustento de estas mujeres emparentadas con Mr. Freeze de Batman es que su único sustento y el de sus familias era bucear en aguas gélidas (de alrededor de los 10ºC) para recoger ostras. Y no lo hacían con equipos de buzo ni nada parecido sino con un sencillo traje de baño de algodón.
Estas mujeres de hielo se habían entrenado desde muy pequeñas para combatir el frío: desde los 11 o 12 años, empezaban sus inmersiones, que no acababan hasta edades provectas de 65 años.
También llevaban a cabo un protocolo muy rígido en sus inmersiones, sobre todo en invierno:
Sólo lo hacían durante un período, a veces dos, que duraba entre quince y veinte minutos, y durante el cual realizaban varias zambullidas. Cada buceo duraba treinta segundos con otros treinta segundos de intervalo en la superficie, pero dentro del agua, antes de la siguiente inmersión. En estas condiciones y aun a pesar de una enorme producción de calor basal, la temperatura de su cuerpo bajaba de los 37 grados centígrados a 34,8, algo impensable para una persona normal.
Había otro factor que facilitaba el aislamiento térmico de los cuerpos de estas mujeres: a pesar de que eran delgadas, desarrollaban una gruesa capa de grasa bajo la piel.
Las supermujeres se extinguieron a partir de 1977, cuando empezaron a usar trajes aislantes.
Desde entonces estas mujeres, aun siguiendo con el mismo patrón de inmersiones en aguas frías, recobraron un metabolismo basal y una temperatura de su cuerpo similares a los de una persona normal no aclimatada.
Vía | El científico curioso de Francisco Mora