Ahora se lleva esto, ahora aquello; eso es in, esto es out; tal es cool, pascual es hipster, mis zapatillas deportivas son Nike y las tuyas Nuke. La humanidad siempre ha adornado su cuerpo o ha adoptado costumbres no adaptativas (como ponerse unos incómodos tacones kilómetricos) a fin de distinguirse de los demás y, a la vez, formar parte de algún clan o clase social. No es algo que haya tenido lugar con el advenimiento de los medios de comunicación o el márketing. Todas las sociedades han exhibido sus propias modas a lo largo de la historia.
Lo que empieza a descubrirse es que en el reino animal también sucede algo similar, aunque en casos más puntuales. No estamos hablando solamente del ejemplo paradigmático, que es la hiperbólica cola de un pavo real, sino de adornos o elaboraciones artificiales que no tienen ningún fin para la supervivencia.
Por ejemplo, los machos del tilonorrinco, un ave de Australia y Nueva Guinea, construye intrincados nidos que decora fútilmente con diversos objetos, como orquídeas, conchas de caracoles, bayas y cortezas de árbol. Algunos de ellos incluso pintan literalmente esas enramadas con residuos de frutas que regurgitan, empleando hojas o cortezas a modo de pincel.
Un pendiente en la oreja
Otro ejemplo recientemente descubierto es el pendiente en forma de hierba con el que adornan su oreja algunos chimpancés, estudio publicado en la revista Animal Cognition por parte de investigadores del Instituto Max Planck de Psicolingüística. Al parecer, esta moda se han copiado de unos a otros en el grupo de chimpancés estudiado, después de que una hembra llamada Julia lo hiciera por primera vez.
Según señala el estudio, estos chimpancés seleccionaban una hoja rígida en forma de cánula, la insertaban en uno de sus propios oídos, ajustaban su posición, sin tener ninguna función aparente, y continuaban su vida cotidiana. Se siguieron a los simios diariamente durante un año, y se comprobó que ocho de los doce miembros del grupo llevaron ese adorno que no se limitaba a ser una acción que otros aprendían a hacer, sino una especie de tradición cuyo valor residía en la imagen que proyectaban.
Vía | ABC
Foto | Edwin van Leeuwen
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