Otra teoría la aporta la antropóloga Bobbi Low, que dice que el pecho no es una señal sincera de que la prole podrá ser criada más eficientemente por esta mujer, pues los pechos abundantes no guardan relación con su contenido lácteo ni la producción de leche.
Según la tesis de la psicología evolucionista más dura, los pechos se fundan en un principio de engaño. Lo explica así La ciencia de la belleza de Ulrich Renz:
La función del relleno de grasa del pecho es ocultar el verdadero estado en el que se encuentra la mujer. Al hombre se le escamotea la posibilidad de saber cuándo su pareja tiene los días fértiles, de modo parecido a como ocurre con la ovulación.
Es decir, que los pechos actuarían como exageraciones de fertilidad, espectáculo pornográfico, deseo permanente, aunque este anuncio no siempre guarde relación con la realidad.
Por su parte, el conocidísimo (y también criticadísimo) antropólogo Desmond Morris, considera el pecho como una consecuencia de la nueva técnica de apareamiento que trajo consigo el hecho de caminar erguidos. Desde que el hombre y la mujer empezaron a aparearse por delante, la zona erógena de las nalgas no tuvo más remedio que emigrar hacia la parte delantera. Pero ¿acaso las nalgas de una mujer no siguen siendo igualmente atractivas?
Finalmente, quizá la razón de la existencia de los pechos femeninos sea mucho más sencilla que todo lo anteriormente expuesto: los pechos indican al hombre que la mujer ya es sexualmente madura.
Vía | La ciencia de la belleza, de Ulrich Renz