El arte es la demostración de que se dispone de recursos adaptativos: habilidad, creatividad, inteligencia, tiempo suficiente para despilfarrarlo en creaciones inútiles para la supervivencia. Y también la exhibición de estímulos supernormales, la exageración de las cualidades.
Volviendo a la ornitología, la gaviota adulta hembra tiene una mancha anaranjada en su pico que los polluelos se dedican a picar instintivamente para estimular a la madre a regurgitar y así alimentarles. Niko Tinbergen demostró que los polluelos picaban con más intensidad un modelo exagerado de la mancha anaranjada de la gaviota, aunque esa exageración fuera imposible en la naturaleza.
Las manifestaciones artísticas serían los estímulos supernormales mejor explotados por los seres humanos: la música, por ejemplo, es una experiencia auditiva intensificada y purificada que sobrestimula la corteza cerebral, tal y como ha señalado Pascal Boyer. Los colores saturados de las pinturas hacen lo propio.
Y también los memes de un libro, que no dejan de ser semillas que anhelan ponerse en circulación. Semillas generadas por cerebros que desean germinar en otros cerebros, como genes culturales.
Según el estado actual de las ciencias del comportamiento, el ser humano es la única especie que practica la verdadera imitación. Y precisamente la imitación es nuestra gran conquista evolutiva: la imitación nos sirve para asumir inmediatamente, sin perder el tiempo en tanteos, aquellas soluciones a problemas complejos que otros hallaron antes que nosotros.
Pero esta imitación no debe de ser mecánica, en modo zombi, sino una imitación avispada, capaz de descartar los detalles superfluos de los sustantivos. Un buen imitador (si volvemos a la analogía gastronómica) es aquél que puede copiar la esencia de una receta de cocina y no la receta al pie de la letra: de este modo podrá adaptarla a sus propias necesidades o a los ingredientes disponibles; incluso podrá mejorarla. Es decir, la receta es orientativa y flexible aunque el resultado sea fundamentalmente el mismo.
En ese sentido, cabe deducir que una persona que posee una capacidad de imitación muy afinada es sencillamente una persona con una gran capacidad de supervivencia. El sexo contrario anhelará reproducirse con un ejemplar así a fin de que la descendencia también se vea favorecida por esa capacidad de mimesis. Pero ¿cómo saber si una persona es un imitador competente? ¿Cómo detectar a alguien capaz de capturar mejor los memes? Un buen atajo es fijarse en un artista.
El artista de éxito, generalmente, es aquél que ha sido capaz de imitar lo sustantivo de sus antecesores artísticos para recombinarlo de tal forma que resulte original y atractivo, y sobre todo digno de ser imitado a su vez por los sucesores. Ésta, pues, sería la explicación memética de que un actor bajito y feo como Charles Chaplin tuviera tanto éxito con las mujeres.
Por último, el arte también nació por el placer estético de experimentar con objetos y entornos adaptativos y la capacidad de diseñar artefactos para obtener los fines deseados. ¿Qué es un entorno adaptativo? Por ejemplo, un paisaje amplio y luminoso desde el interior de una cueva (un lugar en el que nos sentimos protegidos y disponemos de una panorámica del exterior a fin de poder detectar cualquier atisbo de amenaza).
Basta con echar un vistazo a la historia de la pintura para descubrir muchos paisajes de similares características en lienzos de todo el mundo. En general, el ser humano, desde su nacimiento, presta más atención a rasgos del mundo visual que indiquen seguridad, inseguridad o hábitats cambiantes, con o sin vistas panorámicas, verdor, agrupamiento de nubes o puestas de sol. Lo mismo sucede en el plano auditivo: el trueno, el viento, el borbolleo del agua, el canto de las aves, las pisadas, los latidos de un corazón: todos ellos son sonidos que tienen peso emocional porque proceden de sucesos a los que vale la pena prestar atención; y por eso, tal vez, la esencia de muchos ritmos musicales no sea más que plantillas simplificadas de estos evocativos sonidos medioambientales.
De manera más completa, V. S. Ramachandran y William Hirstein elaboraron algo así como las ocho leyes de la experiencia estética en un estudio aparecido en 1999 : los elementos exagerados atraen la atención; aislar una sola pista visual permite concentrar la atención; la agrupación de las percepciones destaca los objetos del fondo; el contraste da más fuerza; la solución de problemas visuales da más fuerza también; un punto de vista único es sospechoso; las metáforas o juegos visuales realzan el arte; y la simetría es atractiva.
Por otro lado, todos estamos capacitados para diseñar herramientas y disfrutamos usándolas. Si unimos el deleite que nos produce la armonía de determinadas formas con la necesidad de construir una casa, ahí tenemos un el desarrollo artístico de la arquitectura o la ebanistería, por ejemplo.
Vía | La ciencia de la Belleza de Ulrich Renz / Cómo funciona la mente de Steven Pinker / Consilience de Edward O. Wilson