La cera de nuestro oídos, médicamente conocida como cerumen, es una sustancia molesta, pegajosa y, algunas veces, maloliente. Su composición es un tipo especial de cera y sebo (un tipo de aceite), además de por más de 40 sustancias diferentes, incluyendo células muertas de piel.
Puede ser húmeda o seca, lo cual está determinado genéticamente.
La cerca protege los oídos del agua, de los hongos y de muchos gérmenes. También hace que se peguen a ella el polvo y la suciedad que entra constantemente en los oídos.
Si tenéis demasiada cera, sin embargo, puede ser por una dieta demasiado baja en grasas, o porque os esmeráis demasiado en limpiaros los oídos: demasiada limpieza, irónicamente, genera más cera.
Y el uso de objetos rígidos para limpiaros puede provocar una perforación de tímpano, lo cual permitiría la entrada en el oído interno de peligrosas bacterias, hongos y virus.
Dice Joan-Liebmann Smith en su libro Escucha tu cuerpo:
Las personas de ascendencia europea y africana normalmente tienen en los oídos cera húmeda, pegajosa y de color marrón; las de procedencia nativa americana y asiática tienden a tener una cera seca, frágil y de color gris o beige. Las mujeres con cera húmeda parecen tener mayor riesgo de contraer cáncer de mama. De hecho, entre las mujeres japonesas que tienen la cera de los oídos húmeda, como los europeos, se dan más casos de cáncer de mama que entre las que la tienen seca, del tipo asiático.
Por cierto, lo de la limpieza natural de los oídos usando una vela hueca y aplicando la técnica denominada “ear coning” no es eficaz para limpiar la cera de los oídos: no sólo puede dañar el oído interno sino quemar el oído y la cara. Y cuantas más veces se haga, peor: queda depositada en el oído cera fundida procedente de la vela.