Si tenéis una herida, no es buena idea lamerla, ni tampoco soplarla, como ya explicamos hace tiempo: eso, aunque pudiera aliviar un poco el picor, resulta nefasto si tenemos en cuenta los microorganismos que ponemos en contacto con la herida abierta.
Sin embargo, la saliva sí que tiene algo de detergente. Hasta el punto de que podría usarse para retratar manchas de comida en la ropa. La razón tiene que ver con la amilasa, la principal enzima digestiva de la saliva estimulada.
Tal y como explica Mary Roach en su libro Glup:
La amilasa transforma los polisacáridos en azúcares que el cuerpo pueda usar. Notará cómo ocurre cuando mastica el pan. Se materializa un sabor dulce mientras su saliva se mezcla con el almidón. Añada una gota de saliva a una cucharada de natillas, y en pocos segundos se licua como agua.
En los detergentes que usamos para lavar la ropa encontramos al menos tres enzimas digestivas: amilasa para romper las manchas de almidón, proteasa para las proteínas, y lipasa para las manchas grasientas. Al primero que se le ocurrió usar enzimas digestivas para la limpieza fue al químico e inventor del plexiglás Otto Röhm, en 1913.
El detergente es esencialmente un tracto digestivo en una caja. Lo mismo se puede decir del lavavajillas: la proteasa y la lipasa se comen la comida que sus invitados se dejaron.
Foto | Irina Polikanova
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