Alteran la navegación, los convierten en guardaespaldas, los incitan a desplazarse y alteran su comportamiento social... (este estudio) hace una revisión de cómo los parásitos son capaces de manipular la mente de los insectos.
La neuroparasitología es la rama emergente de la ciencia que se ocupa de los parásitos que pueden controlar el sistema nervioso del huésped.
En aras de ofrecer mayor claridad para explicar todas las extrategia de manipulación, el estudio ha clasificado en tres categorías generales tales estrategias:
- Los que afectan la brújula o la navegación del huésped que conduce a un comportamiento suicida.
- Los que inducen el llamado "comportamiento de guardaespaldas".
- Aquellos que afectan la motivación del anfitrión para moverse.
Finalmente, algunas especies de insectos que son sociales y viven en una colonia sufren manipulaciones parasitarias que afectan al individuo tal contexto, mostrando, por ejemplo, un comportamiento antisocial.
1. Comportamiento suicida
Algunos hongos parásitos y gusanos manipulan el sistema de navegación de su huésped hasta que éste termina suicidándose. Por ejemplo, una hormiga víctima del hongo parásito del género Cordyceps es manipulada para generar un comportamiento que facilite la dispersión del hongo, optimizando así las posibilidades de reproducción del parásito.
Otro ejemplo es el de los nematomorfos, un parásito que suele medir unos 50 cm de longitud y unos 3 milímetros de diámetro. Parasita fundamentalmente artrópodos, como los grillos. El parásito se alimenta a partir de la dieta del huésped, y cuando alcanza un desarrollo suficiente, controla neuroquímicamente al grillo para que termine con su vida arrojándose al agua. Entonces abandona el cuerpo del huésped y se aleja nadando a la búsqueda de pareja.
Las hormigas también pueden ser víctimas de otro parásito con una estrategia para facilitar la transmisión del huésped intermedio (la hormiga) al huésped final (un animal que pasta). Un ejemplo es el parásito de la duela (Dicrocelium dendriticum), que persuade a las hormigas para que asciendan sobre las briznas de hierba del campo y se queden allí, completamente expuestas, para ser devoradas por el ganado.
2. Guardaespaldas
Esta manipulación es conocida en los parasitoides de insectos y consiste en obligar al huésped a proporcionar protección a la descendencia del parásito de los depredadores (la llamada "manipulación de guardaespaldas"). Una especie de avispa manipula a su huésped incluso después de abandonar el cuerpo del huésped. En esta exquisita manipulación, la avispa (Dinocampus coccinellae) inserta un huevo en una mariquita (Coleomegilla maculata) y después de la aparición de la larva, la mariquita protege el capullo
Inicialmente, la única larva de avispa se desarrolla dentro del cuerpo de su huésped, pero después de aproximadamente 20 días, emerge del cuerpo de la mariquita y hace girar un capullo entre sus patas. Una vez que ha emergido la larva de la avispa, la mariquita permanece viva en la parte superior del capullo, moviendo su cuerpo para mantener la pupa de la avispa a salvo de posibles depredadores. La tasa de supervivencia de los capullos protegidos por mariquitas vivas de un depredador (otro insecto) es aproximadamente del 65%.
3. Movimiento
El sistema nervioso central de la cucaracha comprende dos ganglios cerebrales en la cabeza, el ganglio supraesofágico ("cerebro") y el ganglio subesofágico (SEG). Los ganglios cerebrales se han implicado en el control de la expresión de los patrones locomotores que se generan en los ganglios torácicos. Los ganglios torácicos albergan redes de neuronas inter y motoneuronas, que, entre otras funciones, generan los patrones motores para volar y caminar. Un ejemplo sorprendente de esta estrategia la describe así José Ramón Alonso en su libro La nariz de Charles Darwin:
La avispa esmeralda, Ampulex compressa, inyecta un veneno en el sistema nervioso de las cucarachas; después guía al insecto (drogado por la neurotoxina) a su madriguera, donde planta sus huevos en el abdomen de la infortunada víctima. La inyección del tóxico hace que la cucaracha no se mueva (hipocinesia) y cambie su metabolismo para almacenar más nutrientes. Todo ello, para que cuando las larvas de la avispa nazcan tengan comida y devoren a la cucaracha que, por cierto, se mantiene viva durante todo el proceso.
4. Manipulación social
Uno de estos parásitos que determinan cómo socializan los insectos más sociales es la oruga (Maculinea rebeli), que imita la química de la superficie de las hormigas (Myrmica schencki) y los sonidos que utilizan para comunicarse, lo que le permite penetrar en las colonias de hormigas sin ser detectado y disfrutar de las larvas de reina.
Manipulación de mamíferos
A modo de comparación, el ejemplo mejor estudiado de manipulación parasitaria de la función cognitiva en mamíferos es el caso de la toxoplasmosis, una enfermedad causada por el parásito protozoario Toxoplasma gondii. Los chimpancés manipulados por este parásito, por ejemplo, parece que muestran un comportamiento más temerario y chulesco. Lo que exactamente hace este parásito en los chimpancés es manipular su cerebro para que produzca el neurotransmisor GABA, que suele asociarse con una reducción de la sensación de miedo. Es decir, que el parásito convierte a los chimpancés en la versión primate de Juan Sinmiedo. Pero ¿para qué?
Como si fueran políticos sin escrúpulos que nos invitan a hipotecarnos de por vida al adquirir un inmueble, estos protozoos convierten a los chimpancés en criaturas más osadas porque, de ese modo, es más fácil acceder al sistema digestivo de los felinos, que es donde se puede reproducir. Es decir, que el parásito vuelve audaz y despreocupado al chimpancé para que, en caso de toparse con un leopardo, por ejemplo, no huya fácilmente. Así el leopardo se comerá el chimpancé. Y los ovocitos del parásito llegarán al sistema digestivo del felino, asegurando la supervivencia de su prole.
Así pues, ningún animal está a salvo de la manipulación parasitaria. Tampoco nosotros: los gérmenes que causan los resfriados y las gripes pueden alterar nuestro comportamiento, incluso antes de los síntomas se hagan evidentes, como explica Kathleen McAuliffe en This Is Your Brain on Parasites. Y los microbios en nuestro intestino también afectan a nuestras emociones y al cableado de nuestro cerebro.
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