Siempre me han fascinado los tamaños extremos, desde lo más pequeño a lo más grande). Además, contemplar las cosas agigantándolas o empequeñeciéndolas permite establecer analogías para comprender mejor una magnitud.
Imaginemos que aspiramos a comprender realmente a la velocidad que se desplazan los impulsos nerviosos de nuestro cuerpo. Para eso, nada como aumentar nuestro tamaño hasta equiparar al de la Tierra.
Según el neurocientífico David Linden, de la Universidad John Hopkins, del que ya hemos reseñado por aquí alguno de sus libros, emplear la analogía del ser humano del tamaño del planeta Tierra permite entender que la lentitud relativa del sistema nervioso humano. En tal caso, señala, según leemos en el libro 100 analogías científicas de Joel Levy:
Si un gigante del tamaño del globo, con la cabeza en Baltimore y los dedos de los pies en la costa de Sudáfrica, recibiera el mordisco de un tiburón en el pie un lunes, no sentiría dolor hasta el miércoles, y no reaccionaría hasta el domingo.
Las neuronas transmiten mensajes por medio de impulsos eléctricos que se desplazan de los axones. En realidad, cuando nos muerden en un pie (o donde sea), un impulso viaja hasta el cerebro desde los receptores del dolor del pie a través de las neuronas de larguísimos axones (pueden extenderse hasta 1 metro) que conectan el pie y el cerebro por medio de la médula espinal.
Cuando el impulso llega al cerebro, desencadena la percepción consciente de dolor, pero también una reacción muscular instintiva por medio de un sencillo bucle de procesamiento en la espina dorsal.
Ya a nuestro tamano habitual, un mensaje enviado por el cerebro a cualquier parte de nuestro organismo puede alcanzar una velocidad de 360 kilómetros por hora. Es decir, que un impulso nervioso tarda 2 décimas de segundo en llegar de la cabeza a los pies.
Más datos llamativos: una neurona puede estar unida a otras 50.000. Se calcula que el cerebro alberga más de 100 billones de conexiones. El número total de combinaciones de conexiones posibles es mayor que el número de átomos del universo. Tenemos 150.000 kilómetros de nervios. El más grande es la médula espinal, que tiene 45 centímetros y 3,8 centímetros de ancho. El más largo, sin embargo, es el tibial, que tiene una longitud de 50 centímetros. El máximo voltaje del impulso nervioso es de 100 milivoltios. El máximo número de impulsos: 300 por segundo.
Así no es extraño descubrir que las neuronas demandan tanta energía que el cerebro emplea hasta el 20% del oxígeno del cuerpo, y el 60% del suministro de glucosa.
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