¿Puede haber alguna relación entre el mal olfato y un pene de dimensiones por debajo de la media?
Para responder a esta pregunta habría que remontarse a 1856, cuando Aureliano Maestre de San Juan, un médico español, realizó la autopsia a un hombre de 40 años que no tenía sentido del olfato (carecía de bulbos olfatorios) y presentaba un pene y unos testículos diminutos.
Años después, en 1944, el psicólogo Franz Kallmann describió el síndrome de gónadas pequeñas y ausencia de olfato como un trastorno genético raro.
Tras arduas investigaciones se ha hallado uno de los tres genes que intervienen en este síndrome: el llamado KAL-1. Este gen se activa aproximadamente 5 semanas después de la concepción, pero no en la nariz ni en las gónadas, sino en la parte del cerebro embrionario que se convertirá en el bulbo olfatorio.
Una explicación más técnica la ofrece Matt Ridley:
Produce una proteína llamada anosmina que actúa como adhesivo celular, es decir, hae que las células se peguen unas a otras. En cierto modo, la anosmina tiene un efecto espectacular sobre los conos de crecimiento de los axones olfativos que migran en dirección al bulbo olfativo. A medida que estos conos de crecimiento llegan al cerebro en la sexta semana de vida, la presencia de anosmina les hace expandirse y “deshascicularse”, o descarrilar. (…) En las personas que no posee una copia funcional del KAL-1, y por ende tampoco anosmina, los axones nunca conectan con el bulbo olfatorio. Al sentir que están de más, se contraen.
Bien, hasta aquí entendemos que esta clase de personas no tengan sentido del olfato, pero ¿qué hay de su pene pequeño?
Sorprendentemente, parece que las células necesarias para desencadenar el desarrollo sexual nacen también en la nariz, en un antiguo receptor evolutivo de feromona llamado órgano vomeronasal. (…) En ausencia de anosmina, nunca alcanzan su objetivo y nunca inician su principal función: la secreción de una hormona llamada liberadora de gonadotrofinas. Sin esta hormona, la glándula pituitaria nunca recibe la instrucción de empezar a liberar la hormona luteinizante a la sangre; y sin hormona luteinizante las gónadas nunca madurarán, los niveles de testosterona en el hombre son bajos y por consiguiente su libido es baja; permanece sexualmente indiferente a las mujeres incluso después de la pubertad.
Así pues, aunque no hay una correspondencia uno a uno entre genes y conducta, el KAL-1 es uno de los genes que codifica una parte de la conducta sexual.
Vía | ¿Qué nos hace humans? de Matt Ridley