El cerdo debe de ser el animal más maltratado de toda la naturaleza, el animal sobre el cuál más infundios se han originado, el animal del que todos nos hemos burlado y ridiculizado, como ese empollón gafotas de clase. Hasta en Rebelión en la granja el cerdo, Snowball hacía de malo malísimo.
Es justo, pues, borrar todos los mitos acerca del cerdo a fin de situarlo donde se merece: en uno de los lugares más distinguidos de la fauna animal. Empecemos.
-Comes como un cerdo: frase que denota glotonería, no se ajusta a la realidad, pues los cerdos son amantes de la buena cocina (tienen un 33 % más papilas gustativas que los seres humanos) y rara vez comen de más. Sería más justo decir: comes como una oveja, o comes como un caballo… o comes como un ser humano.
-Eres un cerdo: frase que denota suciedad o dejadez en la higiene personal. Resulta irónico comprobar que el cerdo es el único animal de granja que dispone de un espacio separado para dormir (que mantienen impoluto), y usan una zona para hacer sus necesidades.
-Sudas como un cerdo: frase que denota que sudas mucho. Algo imposible, porque los cerdos no sudan. Los cerdos no tienen glándulas sudoríperas: se mantienen frescos gracias a las charcas de barro.
-Por último, cabe decir que los cerdos son más inteligentes y astutos de lo que podemos imaginar. Así lo explica John Lloyd:
Como los perros, se pueden domesticar con facilidad, enseñarles a coger objetos previamente lanzados y obedecer. Los cerdos pueden aprender a bailar, hacer carreras, tirar de carretas y detectar minas terrestres. Incluso pueden aprender el funcionamiento de los videojuegos: empujan el joystick con el hocico, algo que incluso a los chimpancés les cuesta muco. En los siglos XVII y XIX, los cerdos “instruidos” (vestidos con chalecos inmaculados) maravillaban al público con su espectáculo. Incluso han existido casos de cerdos juzgados y ahorcados por asesinato. Tal vez sea esa inteligencia lo que incomoda a muchas personas.
La próxima vez que alguien os llame cerdo por alguna razón, ya sabéis: hinchad pecho y sentíos orgullosos de ello.
Vía | El pequeño gran libro de la ignorancia (animal) de John Lloyd