El erizo debe de ser uno de los animales que más llama la atención por su aspecto. Sin embargo, debajo de esa capa de púas que actúan como defensa y amortiguación (en caso de que el erizo se haga una bola y se deje caer por un tramo de escaleras), se esconde un animal aún más peculiar.
-Pero no nos olvidemos de sus púas: tiene más de 5.000 y son cerdas huecas reforzadas con queratina (la misma sustancia presente en nuestras uñas). Son tan resistentes que podéis levantar a un erizo por una sola espina sin que ésta se rompa.
-A pesar de esta barrera de espinas que convierte al erizo en un animal con muy pocos depredadores (sólo los tejones tienen zarpas lo suficientemente fuertes para abrir un erizo enroscado), los erizos son muy promiscuos. La cópula sólo es posible cuando, después de que el macho ronde a la hembra un buen tiempo, resoplando, la hembra aplana las espinas y abre las patas traseras, apuntando con el hocico hacia arriba. Entonces hay un encuentro breve y ruidoso, y luego el macho deja de estar interesado por la hembra y por sus vástagos.
-La conducta más extraña de los erizos es el “ungimiento”: retorcerse para emadurnarse el lomo con saliva espumosa. Normalmente lo hacen después de masticar la piel tóxica de un sapo, creando así espuma tóxica para sus espinas.
-El mayor problema de los erizos es que mueren demasiado por nuestra culpa. La mitad de todos los erizos no llega al año de vida. Sólo 1 de cada 100 llega a los 5 años. Y es que en Reino Unido mueren aplastados en la carretera nada menos que 100.000 ejemplares por año.
Muchos de ellos mueren porque los humanos les dejan pan y leche para que coman: ello les provoca diarrea hasta que fallecen. Lo mejor es dejarle a su aire en el jardín: un adulto puede zamparse 250 babosas en una tarde.
También mueren a causa de insecticidas, atropellos con cortadoras de césped, destrucción de los márgenes de los campos de hierba (donde establecen sus nidos) o simplemente por quedarse atrapada su cabeza en envases de comida (McDonalds ha cambiado el diseño de los envases de McFlurry para evitarlo).
Vía | El pequeño gran libro de la ignorancia (animal) de John Lloyd