Nadie puede resistirse al encanto de un gato, y menos aún si el felino en cuestión tiene el aspecto del gato con botas de Shrek. Sin embargo, tenían más razón los que dibujaron a Tom como el enemigo de Jerry. Porque el gato, lejos de ser adorable, es un asesino y un problema psicoemocional para muchas personas (y no me refiero a las solteronas que acaban viviendo solas rodeadas de gatos, aunque por ahí van los tiros).
-Los gatos son animales indolentes. Usan un 4 % de su tiempo en aparearse y el resto del tiempo, aparte de comer, beber, matar y defecar, no hace mucho más.
Pero el poco tiempo que emplean en hacer algo ese algo tiene que ver con asesinar. En Estados Unidos existen alrededor de 75 millones de gatos, que son los responsables de la muerte de 1.000 millones de pájaros y 5.000 millones de roedores por año. Ahora entendemos a Piolín y su “me pareció ver un lindo gatito”.
-Los gatos pueden orientarse con los bigotes. Cuando extiende las zarpas, las pezuñas duplican su tamaño. A diferencia de los perros, pueden mover los dedos por separado y “preformar” el agarre antes de atacar.
-Los gatos fueron los últimos animales domesticados, hace 3.500 años por parte de los antiguos egipcios. Y más hubiera valido la pena que no lo hicieran, porque la mayoría de los gatos son portadores de un parásito que, según se especula, podría provocar daños irreversibles a largo plazo en el cerebro humano. Toxoplasma gondii puede convertir a los hombres en gruñones y solitarios desaliñados y a las mujeres en promiscuas y amantes de la diversión.
Las infecciones por este parásito tienen la facultad de cambiar el comportamiento de ratas y ratones, haciendo que se acerquen, en vez de huir del olor de los gatos. Este efecto es de beneficio para el parásito, el cual puede reproducirse sexualmente si es ingerido por el gato.
-Pero no todo son problemas del gato hacia el ser humano. El ser humano también martiriza de diversas formas a los gatos.
La leche, la comida para gatos y la calefacción central son malas para los gatos. La leche les provoca diarrea, la comida para gatos les daña las encías y la calefacción hace que muden durante todo el año. Cuando se lamen, se tragan el pelo y éste forma bolas en su sistema digestivo. (…) Hasta el siglo XVII existió la costumbre de rellenar figuras de mimbre del Papa con gatos vivos y quemarlas después. La acción producía efectos de sonido que agradaban a los puritanos, pero no a los gatos: poseen un oído excepcionalmente sensible e incluso pueden oír a los murciélagos.
-El comportamiento de los gatos ha fascinado a tantos investigadores que incluso el célebre etólogo y zoólogo inglés Desmond Morris dedico un libro exclusivo para ellos: Observe a su gato.
En él trata de responder a preguntas tan diversas como ¿por qué ronronea el gato?, ¿por qué a los gatos les gusta que les acaricien?, ¿por qué el gato desgarra la tela de su sillón favorito?, ¿por qué un gato te pisotea el regazo con las garras delanteras?, ¿qué extensión tiene el territorio de un gato?, ¿qué grado de sociabilidad tienen los gatos?, ¿por qué los gatos maúllan para que les dejen salir y vuelven a hacerlo para que les dejen entrar?, ¿cómo pelean los gatos?, ¿por qué un gato arquea el lomo cuando ve a un perro desconocido?, ¿por qué bufan los gatos?, ¿por qué los ojos de los gatos se contraen en una abertura vertical? Y así muchas, muchísimas más preguntas por fin respondidas.
Así empieza Desmond Morris a explicar por qué ronronea el gato:
La respuesta parece bastante obvia. Un gato que ronronea es un gato contento. Esto debería ser verdad, pero no lo es. Repetidas observaciones revelan que los gatos aquejados de un dolor, heridos, de parto o incluso moribundos, ronronean a menudo en voz alta y durante mucho tiempo. Difícilmente cabe considerar contentos a estos gatos; naturalmente, es cierto que los gatos felices también ronronean, pero el encontrarse a gusto no es la única condición para ronronear. Una explicación más precisa, que se adecua a todos los casos, es que el ronroneo indica un estado de ánimo social amistoso: por parte de un gato herido por ejemplo, puede considerarse como señal para un veterinario de que necesita ayuda, o una señal a su dueño, dándole las gracias por su amistad.
Vía | El pequeño gran libro de la ignorancia de John Lloyd / Observe a su gato de Desmond Morris