El león es el rey de la selva. Y para hacer honor a su título, es incapaz de ronronear como un lindo minino: sólo saber rugir, pues los huesos de la garganta no son sólidos, sino que están conectados mediante un ligamento elástico que permite a la laringe expandirse y vibrar.
A pesar de todo, los leones no rugen para intimidar a las presas sino para comunicarse con otros leones.
Por otro lado, la vida del león es muy dura. Su esperanza de vida, por ejemplo, es inferior a la esperanza de vida de los antílopes que persigue. Y es que combinar una dieta rica en grasa con escaso ejercicio físico no es un estilo de vida muy sano. Por si fuera poco, algunos leones tienen el colesterol alto.
Cuando una leona entra en celo, el macho se enfrenta a 4 días de relaciones sexuales constantes: hasta 50 veces diarias. Se calcula que por cada cachorro que sobrevive al año de vida, sus padres habrán tenido 3.000 encuentros íntimos.
A pesar del tópico, la melena del león no es un símbolo de virilidad. Las leonas no se sienten atraídas por las melenas exuberantes. Como dice John Lloyd, las melenas son el equivalente leonino de los pelos de la nariz en los humanos.
Cuando un león empieza a atacar a seres humanos, significa que el león ha renunciado a su papel de rey de la selva, pues los seres humanos somos una presa fácil.
Los leones fueron abundantes en Europa y Asia hace relativamente poco. El último león del Cáucaso murió en el siglo X, en Turquía a finales del siglo XIX y en Irán en 1941. Los últimos 300 leones asiáticos salvajes viven en el parque nacional Gir, en Gujarat (norte de la India).
Vía | El pequeño gran libro de la ignorancia (animal) de John Lloyd