Uno de los aspectos que acostumbran a pasar por alto los defensores del diseño inteligente (y ya no digamos los creacionistas) es que el cuerpo humano, si bien es un hito en cuanto a complejidad, está lleno de chapuzas, parches y errores. Lo cual no deja en muy buen lugar al supuesto diseñador inteligente.
Chapuzas, parches y errores que ponen de manifiesto que en realidad no ha habido ningún diseño dirigido hacia un fin último sino una serie de azarosas adaptaciones que sólo se reproducían si tenían la suerte de vivir el suficiente tiempo. Por ejemplo, nuestro cerebro: a pesar de sufrir arrebatos emocionales, poseer una memoria mediocre o ser extremadamente vulnerable a los prejuicios, permitió a nuestros antepasados salir adelante. Por los pelos.
Pero os quiero hablar de tres ejemplos concretos de nuestro cuerpo que podrían haber sido mucho mejor de lo que son.
El primero es la columna vertebral. Es una pésima solución al problema de sostener la carga de una criatura bípeda y erguida. Habría sido mucho mejor repartir el peso en cuatro columnas iguales con travesaños. Pero, al no ser así, nuestra espina dorsal soporta una tensión enorme.
Según el profesor de Psicología de la Universidad de Nueva York, Gary Marcus:
Conseguimos sobrevivir erguidos (dejando libres las manos), pero para muchas personas eso tiene un coste: unos dolores de espalda atroces. Nos hemos quedado con esta solución tan poco adecuada no porque sea la mejor manera posible de sostener el peso para un bípedo, sino porque la estructura de la espina dorsal se desarrolló a partir de la de los cuadrúpedos, y sostenerse en pie precariamente (para criaturas como nosotros, que usamos herramientas) es mejor que no poder siquiera mantenerse en pie.
La segunda está situada en una parte íntima de la anatomía masculina: los tubos que discurren desde los testículos hasta la uretra (los llamados conductos deferentes). Estos conductos son mucho más largo de lo necesario: van de atrás hacia delante, se enroscan y dan una vuelta de 180 grados hasta el pene.
Hubiera sido mucho más provechoso conectar los testículos directamente al pene mediante un tubo corto.
Por último, vayamos al ejemplo preferido de los defensores del diseño inteligente: el ojo. La retina, la parte fotosensible de nuestro ojo, está situada hacia atrás, hacia el fondo de la cabeza, no hacia delante:
Como consecuencia, se interponen toda clase de cosas, incluidos un montón de cables que atraviesan el ojo y nos dejan un par de puntos ciegos, uno en cada ojo.
En definitiva, nuestro cuerpo, así como otros los otros organismos que nos rodean, están montados a partir de lo anterior, siempre de manera azarosa, tal y como sostiene Paul Wesson:
El cuerpo [humano] es un puñado de imperfecciones, con… protuberancias inútiles por encima de los orificios nasales, dientes cariados y terceros molares proclives a dar problemas, pies doloridos… espaldas propensas a las lesiones y una piel desprotegida y delicada, susceptible de cortes, mordeduras y, para muchos, quemaduras solares. Somos torpes cuando corremos y sólo poseemos un tercio de la fuerza de los chimpancés, animales mucho más pequeños que nosotros.
Vía | Kluge de Gary Marcus