Imaginad que este artículo es una especie de microscopio. Y que con él podemos registrar hasta 8 niveles de magnitud en la materia.
Nivel 1: una partícula fundamental. Por ejemplo, un electrón. Normalmente pesan menos que un yoctogramo (la cuatrimillonésima parte de un gramo). No tiene partes constituyentes que puedan deambular libres por el espacio.
Nivel 2: el electrón puede asociarse con otras partículas para formar otra individualidad, un átomo. El átomo del hidrógeno, por ejemplo, no supera los 1.000 yoctogramos.
Nivel 3: el átomo se combina con otros átomos y crea otra entidad, la molécula. Hay moléculas muy ligeras, como la molécula del agua, y otras que son mucho más pesadas, como la molécula del ADN, que puede pesar un picogramo (la billonésima parte de un gramo).
Nivel 4: las moléculas pueden combinarse para dar lugar a una célula. Una célula puede llegar a pesar un microgramo.
Nivel 5: las células pueden combinarse entre sí para construir una entidad mayor, el organismo. Hay organismos con una pasa de entre el microgramo (un gusano) y decenas de toneladas (un cetáceo).
Nivel 6: el organismo puede reunirse con otros organismos de su mismo nivel para dar lugar a otra individualidad, la sociedad familiar de una sola madre. Por ejemplo, una colonia de hormigas.
Nivel 7: algunas familias pueden agruparse en una sociedad multifamiliar. Como una manada de bisontes.
Nivel 8: probablemente la organización más rara de la materia, pues son sociedad de sociedades multifamiliares con soberanía sobre sí misma. Por ejemplo, la polis griega. O un estado. Su masa puede llegar a ser de un millón de toneladas.
No hay un nivel 9. Aunque desde hace más de 10.000 millones de años hasta hace 3.800 millones sólo existieron los tres primeros niveles. La materia inerte.
Y no es hasta bien avanzado el nivel siete y el amanecer del ocho cuando, hace menos de cien mil años, una minúscula parte de la materia inteligente accede al conocimiento. Es la materia civilizada, una materia capaz de volverse hacia su historia para preguntar por la materia inerte, por la materia viva, por la materia inteligente, por sí misma y por su sentido en el devenir del universo.
Vía | Ideas para la imaginación impura de Jorge Wagensberg