El cambio climático impactará de lleno en la fauna de vertebrados de la España peninsular en el siglo XXI, hasta el punto de que más del 51% de las especies podría requerir de medidas concretas de conservación y adaptación para compensar sus efectos.
Esta es una de las principales conclusiones de un estudio elaborado por científicos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) que ha sido promovido por el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino.
El trabajo alerta de las “significativas contracciones” que sufrirá la distribución potencial de unas 300 especies de acuerdo con varios escenarios climáticos.
Más del 51% de las especies podría requerir estas medidas hacia mediados de siglo, entre los años 2041 y 2070, un valor que se obtiene con un escenario de cambio climático conservador. El porcentaje sería mucho mayor a finales de siglo y usando como referencia escenarios climáticos más extremos
Explica el investigador del CSIC Miguel Araújo, principal autor del trabajo.
El objetivo del estudio nació de la necesidad de evaluar cómo afectan los cambios en el clima a la biodiversidad de la España peninsular, que acoge el 50% de la presente en Europa, es decir, la mitad de la flora y la fauna europeas.
Los autores del trabajo han evaluado 292 vertebrados terrestres representativos de la biodiversidad española; en concreto, 27 especies de anfibios, 33 reptiles, 61 mamíferos y 171 aves. El análisis lo han llevado a cabo en función de distintos escenarios de emisiones, datos de proyecciones climáticas y estaciones termométricas y pluviométricas.
Los expertos proponen revisar el estado de amenaza de las especies según criterios que incluyan los efectos directos e indirectos de las alteraciones climáticas. Sugieren, por ejemplo, crear una “lista naranja” con especies no amenazadas actualmente, pero que pudiesen llegar a estarlo dentro de unos años.
El trabajo confirma también que el aumento de las temperaturas y el descenso de las precipitaciones en el suroeste y sur de la Península provocará la migración de las especies hacia las regiones del norte y nordeste.
Para facilitar los futuros trabajos de adaptación, los científicos han elaborado fichas para cada especie y mapas con su potencial distribución climática.
En ellos es posible observar, por ejemplo, cómo a finales del siglo XXI las dos poblaciones de oso pardo que actualmente sobreviven en la Península Ibérica (la pirenaica y la cantábrica) se verán afectadas por la completa desaparición de las condiciones climáticas idóneas para su supervivencia.
Vía | CSIC