Desde Cambridge Analytica sabemos hasta qué punto se nos puede manipular a través de las redes sociales o los motores de búsqueda usando nuestros datos personales y nuestro comportamiento en la red como el más atinado sistema de análisis psicológico.
Sin embargo, para inclinar a una masa de gente a que se decida electoralmente por una u otra opción política no requiere de grandes estrategias, sino de unos simples cambios en los resultados de un motor de búsqueda como Google, como puso de manifiesto este estudio de 2015.
Primeros resultados
Google puede cambiar nuestra visión del mundo porque nuestra visión del mundo, en gran parte, ya se ve determinada por los primeros resultados que aparecen en este motor de búsqueda. No tanto de los resultados que aparecen más abajo, o de los que aparecen en la segunda página, sino de los primeros.
El estudio mencionado se centró en las elecciones que habían de celebrarse en la India. Los investigadores, liderados por el psicólogo Robert Epstein, reclutaron a 2150 votantes indecisos por todo el país y les dieron acceso a un motor de búsqueda específicamente diseñado, llamado Kadoodle, que en teoría les iba a asesorar a propósito de los candidatos antes de decidir a quién votar.
Kadoodle, sin embargo, estaba programado para que diera resultados amañados a unos y otros, sesgando los resultados en favor de uno u otro candidato. Lo que ocurría es que todos los enlaces de la parte superior de la página favorecían a un candidato en concreto, y había que bajar bastantes enlaces hasta encontrar alguno que favoreciera al otro candidato.
El simple orden de presentación de los enlaces ya influyó de forma significativa en las opiniones de los usuarios: cuando se les preguntó a quién iban a votar, la probabilidad de que eligieran al candidato favorecido por Kadoodle aumentó un 12 por ciento. Tal y como abunda en ello Hannah Fry en su libro Hola mundo. Cómo seguir siendo humanos en la era de los algoritmos:
No resulta sorprendente, pues, que los participantes dedicaran la mayor parte del tiempo a ver los sitios web destacados en la parte superior de la primera página; como reza un viejo chascarrillo de Internet, el mejor sitio para ocultar un cadáver es la segunda página de los resultados de búsqueda de Google.
En otro libro, Armas de destrucción matemática, Cathy O’Neil desnuda los errores estadísticos y la falaz neutralidad de ciertos modelos matemáticos, y emplea una analogía para describir cómo deberíamos afrontar el actual estado de las cosas: así como las pésimas condiciones en las fábricas de la Revolución Industrial obligaron a imponer las leyes laborales, "nuestra época exige una legislación que proteja a la ciudadanía de los abusos perpetrados mediante la minería de datos".
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