Una definición básica de algoritmo sería un "conjunto ordenao y finito de operaciones que permiten hallar la solución de un problema". Pero entonces una receta de cocina también sería un algoritmo. Y, en cierto modo, lo es, pero las cosas son un poco más complicadas: los algoritmos normalmente aluden a objetos matemáticos: toma una secuencia de operaciones matemáticas (usando ecuaciones, aritmética, álgebra, cálculo, lógica y probabilidad) y se traducen en código informático, se les añaden datos del mundo real y se les asigna un objetivo.
Habida cuenta de ello, los algoritmos alcanzan cotas inaccesibles para el cerebro humano. Por ejemplo, en el campo del reconocimiento de imágenes se han dado pasos asombrosos. Con todo, un simple píxel puede cambiarlo todo y confundir al algoritmo... como también le pasa a nuestro cerebro, de hecho.
Perro o rueda
En un estudio reciente llevado a cabo por investigadores japoneses, se demostró que alterando solo un píxel de la imagen de una rueda delantera basta para hacer cambiar de opinión a un algoritmo de aprendizaje automático, dejando de considerar que se trataba de la foto de un coche a considerar que, por contrapartida, se trataba de la foto de un perro.
Esto pone de manifiesto lo delicado que es el reconocimiento de imágenes, pero no solo para un algoritmo, sino también para el cerebro humano: nosotros también somos víctimas de estas dudas en la interpretación de imágenes, como explica Hannah Fry en su libro Hola mundo. Cómo seguir siendo humanos en la era de los algoritmos:
Es posible que el lector se haya tropezado alguna vez con esa ilusión óptica en la que no es capaz de decir si está viendo una imagen de un jarrón o de dos caras enfrentadas.
En este sentido, también es muy común el fenómeno psicológico conocido como pareidolia. Con este nombre se conoce el hecho de percibir como algo reconocible una forma inicialmente sin ningún tipo de patrón. En este caso hemos utilizado una nube, pero bien valdría una mancha en una pared, una sombra… Y es que cuando percibimos algo, no sólo lo hacemos objetivamente a través de los ojos/oídos, sino que nuestro cerebro lo intenta clasificar. Como un algoritmo.
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