Aunque suele decirse aquello de “donde hay pelo, hay alegría”, salvo excepciones, la mayoría de nosotros tendemos a ser más bien lampiños. Sin embargo, hace relativamente poco tiempo éramos criaturas cubieras de pelo, porque el pelo era una forma de protegernos del frío, por ejemplo. Así pues, ¿qué ha ocurrido para que perdamos el pelo?
Hay diversas teorías evolutivas al respecto. Una de ellas tiene que ver, en efecto, con el hecho de que empezamos a cubrir nuestros cuerpos con pieles de animales muertos y a confeccionar buenos refugios para vivir. Es una teoría desarrollada por en 2003 por el biólogo evolucionista Mark Pagel, de la Universidad de Reading en Inglaterra. Pero si evolutivamente perdíamos pelo debía de existir una ventaja al respecto, algo que provocara que los humanos que nacieran con menos pelo tuvieran más oportunidades de reproducirse o sobrevivir por ese hecho respecto a los que nacían con su mata de pelo tradicional.
La ventaja tiene que ver con los piojos. Los humanos que tenían menos pelo impedían que los parásitos, como los piojos y las garrapatas, anidaran en sus cuerpos. La ventaja provocó el surgimiento de individuos más sanos, y como no hay nada más atractivo que un homínido sin piojos, la falta de pelo se convirtió en una característica sexual deseable el apareamiento. La selección sexual hizo el resto.
En 2006, la psicóloga evolucionista Judith Rice sugirió otra teoría. Conforme los humanos perdían pelo como resultado de las mutaciones, fueron distanciándose geográficamente de sus velludos primos. A medida de que se imponía la pérdida de pelo, cualquier bebé velludo nacido en una tribu sin pelo era abandonado a su suerte. El vello protecto era algo tan raro que las especies peludas (como los neandertales) eran consideradas animales y, por tanto, cazadas para ser consumidas.
Otra teoría sostiene que los humanos se fueron desprendiendo de su capa de pelo para soportar el calor de la sabana africana o para protegerse de la temperatura en plena caza.
En cualquier caso, por mucho que hoy en día recurráis a la depilación láser para eliminar esos reductos de pelo que han sobrevivido a la evolución, no conseguiréis que vuestros tataranietos nazcan con menos pelo. La única forma de conseguirlo es que los peludos se pusieran de acuerdo para no reproducirse. O que las mujeres dejaran de pensar, unánimente, que donde hay pelo hay alegría (y que depilarse no es una opción estéticamente deseable).