Es difícil imaginar una temperatura más elevada que la generada por el astro rey, que nos baña con su luz y su calor desde que venimos a este mundo, del cual depende nuestra supervivencia y, por extensión, la vida en todo el planeta. Ahora tratad de imaginar una temperatura 250.000 veces mayor que la del Sol: 4 billones de grados.
Es imaginad que esa temperatura se obtiene en un laboratorio.
Es lo que ha ocurrido en el Laboratorio Nacional de Energía de Brookhaven, en Nueva York. La temperatura más alta jamás registrada (no, no ha sido en un producto de un atasco de tráfico en pleno agosto) ha sido producida en un experimento realizado en el colisionador de iones pesados RHIC, un acelerador de partículas de 3,8 kilómetros de circunferencia que se halla bajo tierra, a 4 metros bajo Upton.
Estas explosiones ultracalientes que duran milisegundos se producen chocando iones de oro entre sí, y darán suficiente material de estudio durante años a los físicos, que confían en entender cómo y por qué se formó el universo (sí, los muy ilusos no se conforman con lo de “fue Dios”).
Pero no sólo tratan de encontrar pequeñas irregularidades que podrían explicar por qué la materia se formó en sus primeros estadios, también pretenden que el experimento tenga aplicaciones prácticas: como los spintronics, materiales que tienen el objetivo de hacer más pequeños, más rápidos y más poderosos los dispositivos informáticos.
Como podréis imaginar también, el Gran Colisionador de Hadrones de Suiza prevé utilizar el mismo sistema este mismo año, haciendo chocar iones de plomo. Las temperaturas generadas entonces serán aún mayores.
Vía | ABC