El proyecto Pavo Real Azul quiso ponerse en marcha durante la Guerra Fría a fin de fortalecer las fronteras de Europa con el bloque soviético. Consistía en instalar minas nucleares en la frontera oriental alemana que se activarían en caso de invasión soviética.
Un Pavo Real Azul era una bomba con una capacidad destructiva que equivalía a la mitad de la bomba nuclear de Nagasaki. El problema es que hacía demasiado frío y las bombas se podían congelar.
Desarrollado en 1954 en la RARDE, el departamento de investigación y desarrollo de armamento en Fort Halstead, en Kent, las bombas llevaban de cabeza a los físicos nucleares de la estación nuclear de Aldermaston, en Berkshire, porque no encontraban la forma de evitar la congelación.
Hasta que pensaron en las gallinas, tal y como explica Gregorio Ugidos en Chiripas de la historia:
los científicos propusieron llenar las bombas con gallinas vivas, con agua y comida suficiente para una semana, que era el tiempo de vida de las bombas. La temperatura corporal de las gallinas proveería el calor necesario para que los dispositivos de detonación siguieran siendo operativos. El calor del cuerpo de las aves habría sido suficiente para mantener todos los componentes a una temperatura de trabajo. La idea nunca llegó a ponerse en práctica. El Ministerio de Defensa británico canceló el proyecto en febrero de 1958.
El proyecto era tan estrambótico que, al desclasificarse en 2004 los documentos del proyecto Pavo Real Azul, al ser 1 de abril, día de los Inocentes en Gran Bretaña, sencillamente fue tomado como una broma.
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