Desde lejos, contemplar la Ola producida por miles de personas perfectamente sincronizadas puede resultar un espectáculo más hipnótico que el mismo partido de fútbol disputado por un puñado de orangutanes tras un trozo de caucho.
Y es que la Ola implica modelos matemáticos excitables que normalmente se emplean para comprender fenómenos inanimados, como la propagación de un fuego en un bosque o la señal eléctrica por un músculo cardiaco. Sí, como si los asistentes al partido de fútbol fueran seres sin inteligencia.
No es que los amantes del fútbol sean tontos, es que la mejor forma de comprender semejante acto de sincronización es si ignoramos por completo la voluntad y la cognición de los individuos implicados y tratamos a las personas casi como objetos.
Esta clase de olas humanas se dieron a conocer en el Campeonato Mundial de Fútbol celebrado en México en 1986. El fenómeno consiste en que grupos de espectadores se ponen en pie, levantan los brazos y luego los bajan y se sientan siguiendo un movimiento secuencial.
Un grupo de físicos (especializado en estudiar las ondas de la superficie de los líquidos) estudió un conjunto de ejemplos de olas grabadas en video y descubrieron, a priori, dos cosas. Una, que normalmente las olas se desplazan en la dirección de las agujas del reloj. Dos, que se mueven a una velocidad de 20 asientos por segundo.
Un medio excitable es aquél que pasa de un estado a otro dependiendo de lo que han los que están a su alrededor. Así pues, la Ola se puede comprender estudiando las acciones de un solo individuo que se levanta y se sienta.
Los modelos matemáticos de las bandadas de pájaros, los bancos de peces y los enjambres de insectos que se mueven al unísono demuestran lo mismo: no hay control central del movimiento del grupo, pero el grupo manifiesta un tipo de inteligencia colectiva que contribuye a que todos sus componentes logren huir o disuadir a los predadores. Esta conducta no es individual, sino una propiedad grupal. (…) Todos los pájaros contribuyen un poco y la elección colectiva de la manada es mejor que la de cualquier pájaro podría tomar de forma individual.
Así pues, podemos constatar que la Ola tiene propiedades emergentes. Es decir, atributos del todo que surgen de la interacción y conexión de las partes. En ese sentido, un atasco de tráfico no está originado normalmente por un único conductor que entorpece el paso del resto, sino de la suma de microfrenazos y microaceleraciones de todos los conductores implicados en el atasco: todos son el atasco, todos contribuyen al problema en mayor o menor grado.
La Ola, los atascos, las bandadas de pájaros, las estampidas… todos son fenómenos en los que individuos interconectados pueden compartir conductas sin coordinación ni conexión explícitas. Y entonces la Ola acaba siendo un fenómeno mucho más interesante que el partido de fútbol.
Vía | Conectados de Nicholas A. Christakis y James H. Fowler