Con los diagramas de Feynman ocurre lo mismo. Dadas unas partículas externas, hay infinitos diagramas posibles. Cada cual tiene un peso estadístico. Para conocer la probabilidad del proceso, sería necesario calcular todos los diagramas posibles (¡infinitos!), y meter el resultado en la suma de caminos.
A menudo, no hace falta calcularlos todos. El peso estadístico disminuye cuando hay muchos vértices, por lo que podemos quedarnos solo con unos cuantos diagramas. No obstante, para llegar a realizar cálculos con precisión suficiente para entender los experimentos de hoy en día, a menudo es necesario evaluar cientos, incluso miles de diagramas.
En los experimentos, nosotros sabemos las partículas que entran en el diagrama, son las que aceleramos y hacemos chocar. Para saber la probabilidad de que dichas partículas, al chocar, produzcan otras debemos realizar el proceso descrito: calcular todos los diagramas posibles y sumar los pesos estadísticos.
Si queremos saber la probabilidad de que se produzcan otras partículas diferentes, habrá que repetir todo desde el principio. Cansado, ¿verdad? Pues eso es lo que se hace.
Como veis, ha sido un camino largo y arduo. Ha sido el mes de los diagramas. Pero si habéis conseguido hasta aquí ya sabéis qué son, cómo se construyen y cómo se utilizan los diagramas de Feynman.
Como siempre, lo explicado sólo es la punta del iceberg, pero ahora ya podéis decir que sabéis más o menos de qué va la herramienta de predicción de la naturaleza más potente que tenemos a nuestro alcance hoy en día. Que no es moco de pavo, ¿eh?
Foto | Ancheta Wis