Hasta hace bien poco, una batalla clásica entre los físicos fue determinar si la luz debía considerarse un fenómeno ondulatorio (formado por ondas) o corpuscular (formando por partículas.
Esta última postura era la adoptada por científicos como Isaac Newton o Albert Einstein. Sin embargo, la controversia no se resolvió hasta que un científico menos conocido tomara las riendas del asunto. No en vano, algunos los consideraron el hombre que lo sabía todo.
El físico del que estamos hablando es Thomas Young (1773-1829), formado en Cambridge. Pero, además de físico, también fue egiptólogo, lingüista, médico y fisiólogo, amén de neurocientífico. Una biografía de Young escrita por Andrew Robinson llegó a titularse The Last Man who Knew Everything: Newton Wrong, Explained How See, Cured the Sick, and Deciphered the Rosetta Stone, Among other Feats of Genius.
Frente a tamaña panoplia de descubrimientos, Young también estuvo estrechamente vinculado al ingenioso experimento de la doble rendija, también llamado experimento de Young en su honor. El experimento lo explica en estos términos Miguel Nicolelis en su libro Más allá de nuestros límites:
Al dejar pasar de manera intermitente la luz por una lámina delgada en la cual había dos rendijas verticales y paralelas, separadas a escasa distancia, Young observó que en una pantalla colocada detrás de las rendijas aparecía un patrón alternante de bandas brillantes y oscuras. Dado que este patrón guardaba similitud con el “patrón de interferencia” que se observa cuando comisionan las ondas que se producen cuando en las aguas tranquilas, por ejemplo, de un lago impactan dos piedras que han sido lanzadas al mismo tiempo, Young propuso que la luz era en realidad una onda.
Este experimento fue el inicio de la mecánica cuántica.
Otros hallazgos del genial Young
Como Young era un hombre que lo sabía todo, un año después de su experimento de la rendija, empezó a formular lo que llegó a ser su teoría de la codificación neutral distribuida, conocida como la teoría tricromática de la visión en color.
Young también intentó descifrar los textos de la piedra Rosetta. Aunque Young había logrado traducir correctamente algunos jeroglíficos de la piedra Rosetta, la primera traducción completa la realizó el francés Jean-François Champollion.
En 1793 explicó el modo en que el ojo acomoda la vista a diferentes distancias dependiendo del grado de curvatura del cristalino. En 1801 describió el defecto óptico conocido como astigmatismo.
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